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martes, 23 de junio de 2015

INFANCIA V (Europa y Argentina)

(Siglos XIX y comienzos XX)

La vida privada de los hijos no existía aún en la primera mitad del siglo XX. Su tiempo libre no les pertenecía, y estaban a disposición de los padres para las mil tareas que les encomendaban. Sus relaciones eran estrechamente vigiladas, y había mucha reticencia frente a las camaraderías extrafamiliares, incluso frente a las anodinas.
Las relaciones paterno-filiales, cambiaron mucho en esta primera mitad de siglo, incluso en las familias ricas.  Se evitaba mimar a los niños, el juguete era raro y sólo se ofrecía en determinadas fechas. La disciplina era estricta. Hacía falta levantar, formar caracteres, prohibición de quejarse, proscripción del gemido, no es está en la tierra para quejarse, hay otros más desgraciados…etc.
Estaba permitido en la infancia agruparse en bandas, niños por un lado y niñas por el otro, porque esto estaba inscripto en un cuadro folclórico y se desarrollaba a los ojos y con conocimiento del pueblo, es decir, bajo el control de la opinión pública.
El control de las relaciones de los niños se extendía naturalmente al correo: leer sus cartas no era solamente una costumbre, sino también un deber cuando se les quería educar adecuadamente.
El alejamiento de los niños no hacía desaparecer esta obligación pero costrenía a delegarla: todavía en 1930 las cartas enviadas a los internos de los colegios debían llevar exteriormente una firma mediante la cual los directores del colegio verifican que su lectura había sido autorizada por los padres.
Estas prácticas educativas daban a los padres el poder de decidir sobre el porvenir de sus hijos. El porvenir profesional, o el oficio…y más adelante también su poder llegará a la decisión del matrimonio.
El desarrollo de la institución escolar es uno de los rasgos principales de la evolución social durante la segunda mitad del siglo XX.
En Europa, antes que en Argentina la escolaridad se hace obligatoria hasta los trece años en 1882, y a partir de 1953 hasta los  16 años, en tanto que esto es más reciente en nuestro país.
Esta escolarización responde a necesidades sociales. El oficio que antes aprendían de sus padres, ya no será posible pues no es ejercido en sus propias casas. Ya no será la familia la célula básica de la sociedad. Las obligaciones de antaño han desaparecido, como consecuencia de la transferencia del trabajo productivo fuera de la familia.
La autoridad parental se ha hecho arbitraria, pues ha quedado vacía de contenido cuando se la ha desposeído de la facultad de dirigir las tareas familiares indiscutibles. Los padres de antaño eran autoritarios tanto por necesidad como por costumbre.
La liberalización de la educación familiar implica que el aprendizaje de la vida en  sociedad se transfiera de la familia al colegio. El colegio recibe la carga de enseñar a los niños a respetar las obligaciones de tiempo y espacio, las reglas que permiten vivir en sociedad así como a encontrar la relación adecuada con los demás. Esta socialización no atañe solamente a los años de adolescencia,sino también a todo el período de escolaridad.
Esta transferencia implica el reconocimiento por parte de la familia de la legitmidad y del valor de las relaciones extrafamiliares.
El domicilio determina la escuela,más tarde el colegio que el niño debe frecuentar es la sectorización.
Esta nueva realidad implica que el niño, apenas concebido, interesa al Estado y la protección maternal en infantil somete a lal madre a tres visitas médicas antes del parto, al menos si quiere beneficiarse de los subsidios previstos por la ley ( ya en la segunda mitad del siglo XX).
El hecho es que la familia ha perdido progresivamente las funciones que hacían de ella una microsociedad. La socialización de los niños ha abandonado totalmente la esfera doméstica. ¿La familia deja, pues, de ser una institución para convertirse en un simple lugar de encuentro de vidas privadas?

PARTICULARIDADES DE ARGENTINA
En las capas menos pudientes de la sociedad, los niños vivieronn en conventillos del centro o en barrios o asentamientos precarios de los suburbios de la ciudad.
La falta de viviendas y el continuo crecimiento demográfico provocaron el surgimiento de estos conventillos donde convivieron muchísimas personas.
La familia de estos niños incluía en la convivencia, abuelos, primos, hermanos en condiciones de hacinamiento habitacional.
Debido a que los conventillos debían ser higienizados durante el día, las madres los expulsaban de los mismos y terminaban ellos pululando por las calles y veredas . Esta prohibición de permanecer en el hogar, sumada a la carencia de espacios verdes en la ciudad explicaban la permanencia de los niños en las calles. Para estos infantes, los paseos por Palermo, Recoleta y las Barrancas de Belgrano estaban prohibidos e incluso muchas veces eran perseguidos por la policía. Por lo tanto el único espacio que les quedaba era el de la calle.
Dado que en la ciudad de Buenos Aires, la industrialización, a fines del siglo XIX, no había alcanzado la envergadura suficiente para albergar a todos los niños trabajadores, las ocupaciones laborales de los niños se extendieron preferentemente hacia una gama de oficios callejeros: vendedores de diarios, lustrabotas, mensajeros, mendigos, vendedores de billetes de lotería.
No debe sorprender, de todas formas, que los niños por aquellos años trabajaran a la par de los adultos. Aún no había leyes que regularan el trabajo infantil, será años más tarde con el socialista Alfredo Palacios que se vedó el trabajo a menores de diez años.
En algunos casos el niño funcionaba económicamente como uno de los sostenedores del hogar, en otros casos como cooperador no indispensable y en algunas familias el niño era explotado para hacer algunos ahorros.
Estaban los niños que no vivían con sus familias y que vendían ocasionalmente. Estos  niños delinquían. Las niñas podían dedicarse a la prostitución desde muy jovencitas y aún los niños más desarrollados podían dedicarse al mismo trabajo, brindando sus servicios a adultos homosexuales. Generalmente los niños cursaban los grados escolares hasta que estaban en condiciones físicas de trabajar. Habitualmente agrupados en bandas o pandillas, las cuales se organizaban jerárquicamente, donde el más fuerte se convertía en el jefe. Los juegos de estos niños se llevaban a cabo en las calles. Allí se realizaban las fiestas de San Juan y San Pedro en la que los niños participaban activamente. Jugaban además a tocar los timbres de las casas y salir corriendo, a subir y bajar del tranvía en movimiento. Jugaban por dinero a diversos juegos sin ser censurados por los adultos, los cuales incluso muchas veces los observaban divertirse de esa manera con la “Chirola”, los “Cobres”, el “Siete y medio”, entre otros. Será desde mediados de la primera década del siglo XX, cuando por incentiva del Consejo Nacional de Educación, las figuritas circularán masivamente, reemplazando muchas veces al dinero en las apuestas. Otros de los juegos preferidos por los niños era el de tirarle piedras a los viejos desconocidos y matar gorriones con la gomera.


Henri Lebasque, "Joven leyendo"




Henri Lebasque, "Young girl picking flowers"


Andrew Wyeth, óleo

William Adolphe Bouguereau, óleo


Juguete antiguo, Buenos Aires

Pablo Picasso, "Las meninas"

Lino Eneas Spilimbergo, óleo


Henri Lebasque, "La petite mandoliniste"

Salvador Dalí, óleo

Casa de muñecas, Buenos Aires

Antonio Berni, "La gallina ciega"

William Adolphe Bouguereau, óleo

Carl Vilhelm Holsoe 

Carl Vilhelm Holsoe, "Children In An Interior"

Marc Chagall, "El gallo"



lunes, 15 de junio de 2015

INFANCIA IV

Edad Moderna (sigloXVIII)
La difusión de modelos ideológicos fue lo que convirtió en esencial el cometido de la Iglesia y del Estado, en relación al modelo de niño fuera de lo común. Modelos inaccesibles que vinieron a reforzar la emergencia del niño como individuo en la sociedad occidental.
La Iglesia difundió dos modelos: el del niño místico y el Niño –Cristo. La exaltación de la infancia mística es un proceder que se contrapone en todo a la concepción “naturalista” del cuerpo solidario. Éste no toleraba la ruptura del ciclo vital; el cuerpo místico, en cambio, implica el celibato, postula la ausencia de descendencia, aspira a una posteridad de un nivel superior, una posteridad espiritual.
Sin embargo, en la misma época, se difunde un modelo laico de niño excepcional, en el extremo opuesto del niño místico y del Niño-Cristo, que llega a realizarse y es el niño prodigio. Ya en el siglo XVII se dan a conocer algunas de esas figuras, por ejemplo, en 1613 se publica La Civilidad moral de los niños, compuesta en latín por Erasmo. El siglo XVIII con Amadeus soporta bien la comparación.
A los niños reales no se les pide que den a conocer sus méritos, son ya niños públicos. Sobre todo si se trata del delfín. Su nacimiento tiene lugar en público, y, durante su primera infancia, para él no existe en realidad la vida privada, se le vigila constantemente, se le observa e incluso se anota el menor de sus gestos, como prueba el texto de Héroard, médico del pequeño Luis XIII. El niño vive a la vista de la corte, pero pese a ser futuro padre de sus súbditos, apenas tiene contacto con ellos.
Se observa, a pesar de esto, un sentido de cambio claro: al niño se le va concediendo progresivamente el puesto que hoy tiene en la familia.
Es difícil de creer que a un período de indiferencia ante la infancia sucediera otro en el que, con el concurso del ¨progreso” y de la “civilización” fuera el interés lo que prevaleciera. Tales no son en realidad características de uno u otro período. Ambas actitudes han coexistido en una misma sociedad, prevaleciendo una sobre la otra en un momento determinado por razones culturales y sociales, no siempre fáciles de discernir.
La afirmación del sentimiento de la infancia, en el siglo XVIII, o sea, nuestro sentimiento de la infancia ha sido un síntoma de una profunda transformación de las creencias y de las estructuras mentales, como signo de una mutación sin precedentes de la conciencia de la vida y del cuerpo en Occidente.
Una concepción de la vida que era la de la estirpe y la comunidad fue sustituída por otra: la de la familia nuclear.
En un clima de creciente individualismo, mientras se trataba de favorecer el desarrollo total del niño, la pareja, alentada por la Iglesia y por el Estado, delegó parte de sus poderes y responsabilidades en el educador.
Al modelo rural siguió un modelo urbano y el deseo de tener hijos no ya para garantizar la permanencia del ciclo, sino simplemente para darles cariño y recibirlo de ellos.

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Guido Reni, "Educación de la virgen"

Joshua Reynolds, "John Parker"

Doris Stock, " Mozart", 1789 

Thomas Gainsborough, "Las hijas del pintor persiguiendo una mariposa"

INFANCIA IV

Edad Moderna (siglos XVI y XVII)
En la Edad Media el niño había sido considerado vástago de un tronco comunitario, parte del gran cuerpo colectivo, y por consiguiente pertenecía al linaje, al menos, tanto como a sus padres.
Desde finales del siglo XIV, en los medios acomodados de las ciudades, aparecieron indicios de una nueva relación con el niño. Se trataba, más que de nuevas muestras de afectividad, de una voluntad de preservar la vida del niño.
John Locke, en su obra La Educación de los Niños, de 1693, llamaba la atención a los padres sobre las virtudes de la prevención como medio más seguro de preservar la salud de sus hijos.
Se comienzan a modificar los comportamientos familiares, en relación al deseo de conciliar la necesidad de perpetuar el linaje, , por un lado, y la existencia del individuo como tal.
El espíritu de cálculo no se limita al terreno de la mercancía, se insinúa en la estrategia familiar en una forma desonocida hasta entonces, lleva a que se establezcan nuevas reglas. Las contradicciones entre el interés del linaje con el del individuo se resolverán mediante ajustes sucesivos, a medida que se vaya debilitando el espíritu del linaje, y que se vayan acrecentando los poderes del individuo. Aparece en correspondencia una nueva imagen del cuerpo. El cuerpo gana en autonomía, los vínculos de dependencia respecto de los parientes se aflojan.
El hecho de que el cuerpo individual se desgaje simbólicamente del gran cuerpo colectivo de la estirpe, constituye, seguramente, la clave de los nuevos comportamientos.
El niño ocupa en adelante un puesto muy importante en las preocupaciones del padre y de la madre, lo quieren por sí mismo y es su alegría de cada día.
Aparece una concepción de la vida menos circular, más lineal, más segmentada. Primero en las clases acomodadas, luego en las menos favorecidas. Primero en las ciudades, luego en los burgos y más despacio en el campo.
En la ciudad del Renacimiento, la relación íntima del niño con la madre tiende a desaparecer. La referencia a los antepasados, esencial hasta ese momento, se debilita. En la ciudad, cada vez hay menos sitio y menos tiempo que dedicarles. En este medio , en esta ciudad pensada como cuerpo, cada vez con más frecuencia la reducción a la familia nuclear implica el acondicionamiento de un espacio doméstico más íntimo.
Habrá un nuevo sentimiento de la infancia ya a comienzos del siglo XVI. Temas como los fajos, que privan de toda libertad corporal al niño que llega al mundo, las deformaciones voluntarias del cráneo con gorros y capillos durante la primera infancia, están instalados en el siglo XVIII, y provienen de aquel siglo.
La “leche mercenaria” se condena con firmeza. “Lo que en la leche se mama, en la mortaja se derrama” reza un dicho de la época.
Sin embargo hay padres que aún dan a sus hijos a criar, y otros hallan en su compañía entretenimiento y alegría.
Esto significa una mayor libertad, pues se puede elegir.
Los textos de los siglos XVI y XVII se hacen eco del “nuevo niño”. Es más despierto, más maduro. Los moralistas comienzan a condenar y denunciar la complacencia de los padres y madres respecto de sus hijos. Para luchar contra semejantes excesos, aparece una corriente que pretende imponer en el transcurso del siglo XVII reglas de comportamiento conformes al decoro. Aparece una actitud represiva frente a una educación privada en la que se concede demasiada importancia a la afectividad. Esta será una de las razones por las que la Iglesia y el Estado se harán cargo del sistema educativo.
Habrá entonces un paso de lo privado a lo público, en coincidencia con la voluntad del poder político y religioso de controlar el conjunto de la sociedad.
Las nuevas estructuras educativas, contarán rápidamente con la adhesión de los padres. Se convencen de que sus hijos están siempre a la merced de los instintos primarios y que es preciso contenerlos. Será importante someter sus deseos al gobierno de la Razón. Llevar a un niño a la escuela será por lo tanto, sustraerle a la naturaleza. Se responde así a las exigencias del individualismo que va en aumento.
Existe un paralelo entre el paso de la familia troncal a la familia nuclear, y el paso de una educación pública comunitaria y abierta, que tenía por objetivo integrar al niño en la colectividad para adoptar los intereses y sistemas de representación de la estirpe, a una educación pública de tipo escolar, destinada a integrarle, pero sobre todo a facilitar el desarrollo de sus capacidades.

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Agnolo Bronzino, "Retrato de una joven mujer con su hijo"

Alessandro Allori,"Retrato de la gran duquesa Blalnca Capello de Medici

Bronzino, "Eleonora di Toledo col figlio Giovanni" siglo XVI

Gabriel Metsu, " Burgomaster Gillis Valckenier and his Family" 

Bartolome E Murillo, "La pequeña vendedora de frutas", siglo XVII

viernes, 5 de junio de 2015

NIÑEZ III

Edad Media
(segunda parte)
La infancia, en esta época, era muy corta, tanto para varones como para niñas, debido a las condiciones generales de vida. Muchas veces la infancia era interrumpida por la muerte.
La educación mixta estaba muy restringida, sobre todo en los medios favorecidos. Había un especial énfasis en persuadir a la niña sobre que es diferente, no sólo por lo que hace, sino también por lo que es y lo que debe ser.
En la aristrocracia se encierra a la niñita en el gineceo, en donde harán trabajos “femeninos” o en el monasterio hasta que se casa.
Si esto último ocurre antes de la pubertad, se la suele enviar a la familia de su novio en espera de la consumación.
En las capas más modestas se casan a las niñas ya no tan jóvenes.
Tanto entre campesinos como artesanos, los hijos son prontamente asociados a la actividad de los adultos.
Esto presupone que hay una separación menos rigurosa de los sexos en el momento del aprendizaje, y por lo tanto es lícito suponer que la célula familiar conserva su cohesión, su calor durante más tiempo que en las capas altas, siendo las relaciones, entre los miembros de las familias, menos distantes.
¿Son amados los niños?
Muchas veces el amor paterno o materno puede estar obstaculizado por el nivel de vida. Si la miseria material y psicológica es demasiado grave, tal vez, cantar una canción de cuna sea en extremo difícil.
Los hijos pequeños suelen compartir el destino de sus madres. En las capas menos modestas de la sociedad medieval, son excepcionalmente amamantados por su madre, siendo confiados a nodrizas de las que apenas una cuarta parte están instaladas en casa de sus patronos.
O sea, en general, los niños pequeños pasan sus primeros años lejos de sus padres para reintegrarse al hogar, si han sobrevivido, al cabo de 18 meses.
Tienen sus cunas, muy sencillas, que raramente están colocadas en las alcobas maternas.
En los ambientes campesinos, populares, la mortalidad es considerable, como consecuencia de las pestes, y sobre todo a partir del siglo XV el infanticidio y los abandonos se vuelven numerosos. En especial si el sexo del recién nacido es femenino.
En la aristocracia cuando el niño ya se desplaza por sí mismo, es cuando comienza a ocupar un puesto en la existencia privada familiar.
Tienen acceso a una cama, que suele compartir con sus hermanos o con alguno de sus padres. Se los cuida y mima, se les acuna con canciones. Tienen un rincón de juguetes: caballos de balanceo, tambores, pájaros de madera. También suelen tener vestuario variado, abundante, colorido y hasta con botones de plata.
En el caso de las capas más modestas, sólo visten túnicas sencillas y alguna bata de casa, en lana muy común.
La existencia de juguetes es muy rara.
Comienzan muy pronto a participar de tareas, las niñas colocadas como criadas, o a hacer recados, y también deben cocinar, lavar, preparar las camas y hasta hacer el pan.
Los varones se suelen desempeñar como recaderos durante la niñez. Luego pueden ingresar como pajes, en las cortes o con mayor frecuencia en las tropas de condottieri. Pero aquí ya nos hallamos fuera de la infancia.
Aprile,  Torre del Águila, Castillo del Buonconsiglio, Trento

viernes, 22 de mayo de 2015

NIÑEZ III

Edad Media
(primera parte)
En el siglo XV, en los primeros años de formación del pequeño la madre interviene para rodearlo de afecto y de cuidado, y sobre todo para desarrollar su misión específica: la nutrición, a través del amamantamiento.
La madre tiene también la prerrogativa tradicional de la educación moral y el control del comportamiento. Sobre todo del de las mujeres.
En las niñas, apuntarán a desarrollar sobre todo el pudor, cualidad indispensable con vistas al destino matrimonial, y otras cualidades apreciables por los futuros maridos. Mansedumbre, prudencia, ingenio, constancia, sobriedad, modestia, diligencia. Deben mantener siempre ocupadas a sus hijas mujeres y castigarlas si las ven frívolas.
En los varones vigilarán la conducta moral y religiosa mediante el único instrumento a su disposición, la fianza.
Aunque en cuestión de hijos, el padre es el protagonista principal en la obra educativa, la prerrogativa tradicional de las madres se va ampliando y llegan a la obra de corrección de los hijos, haciéndose cargo de la primera instrucción religiosa de ellos (ambos sexos) y reprimiendo pecados domésticos como blasfemias, mentiras y juramentos. Se espera de ella que haga de la casa casi un templo.
El padre, cuando elige a la mujer, busca que sea robusta, idónea para la generación y de buenas costumbres.
Los hijos pequeños comparten en buena proporción el destino de su madre. En la burguesía las criaturas son excepcionalmente amamantados por su madre. Se conf'ían los bebés a nodrizas, quienes en general no se instalan en casa de sus patronos. De cuatro niños, tres pasan sus primeros años de vida lejos de sus padres. Luego vuelven a recuperar su vida familiar.
Tienen sus cunas colocadas cerca del lecho de sus padres.
El niño es introducido en la alcoba de la madre, por poco tiempo, hasta el momento en que va con los hermanos mayores.
En el ambiente popular o campesino, la mortalidad infantil es considerable, han habido pestes en 1348-1430 que han provocado la muerte de la tercera parte de la población europea. Desde entonces y más aún a partir del siglo XV, el infanticidio por sofocación no es un fenómeno excepcional, y los abandonos se han vuelto tan numerosos como para provocar la creación de hospicios.
Los recién nacidos son demasiado frágiles, sobre todo de sexo femenino, y a veces son escasamente deseados.
Las actitudes cambian con respecto a los niños que ya pueden andar y muy pronto hablar.
En las familias acomodadas los niños son adulados y colmados de cuidados y mimos, son abrazados, y acunados con canciones. En su rincón de juguetes tienen caballos de balanceo, tamboriles y tambores, pájaros de madera o de cerámica multicolor…También suelen tener mucha ropa estos niños, vestuario variado , abundante, sólido y soberbiamente colorista y rutilante de botones de plata.
En el caso de los hijos de un peletero, no dispondrían más que de una capa y de cuatro túnicas negras, una de ellas forrada y la hija de un alguacil no tendría en su guardarropa, aparte de cuatro camisas, más que una bata de casa, todo en lana muy común.
La mención de juguetes caros es rarísima.
La educación se suavizó al filo del siglo XV, pero no son exactamente mimados…el niño disfruta por supuesto de sus juegos y juguetes, pero sin pretensiones. Cuanto más pobre es un niño, antes se acaba la despreocupación de la niñez. Encontramos a niñas de seis años u ocho, colocadas como criadas.
A medida que van creciendo muchos trabajan, sin que eso signifique que puedan vivir con más independencia.
No tienen derecho a un lecho personal. La práctica del lecho compartido es frecuente entre los pobres y en el campo. En la misma alcoba puede llegar a haber varios lechos, aunque se duerma individualmente en cada uno de ellos.
Muy raras veces consiguen tener una alcoba privada. Es allí donde adquieren el hábito de plegaria personal. Y otros recitan entre sí, en secreto esos otros salmos. Es en esas alcobas donde los jóvenes humanistas, lo mismo en la ciudad que en sus propiedades del campo, ordenan y utilizan sus libros y su escritorio.
Los hijos mayores son puestos a contribución de sus padres, llevando a cabo ciertos servicios. A los 7 años: recados, a los 13: en la cocina, lleva en su espalda los fardos del granero, por las escaleras . hacen el pan, cocinan, lavan preparan las camas, y labores de hilo, de tela y de aguja, como las hijas de caballeros. Los muchachos útiles, adquieren enseguida mas autoridad luego de haber sido recaderos durante la niñez.
Todo está bajo control de los padres, los servicios, la vida corriente y hasta la vida profesional de los jóvenes.
Anónimo.
Pieter Brueghel, "Juego de niños"(1560).
Masaccio, "Distribución de los bienes"(siglo XV).
Anónimo, Masaje al recién nacido.
Lorenzetti, "Los efectos del buen gobierno" ( detalle), siglo XIII. Las muchachas pueden danzar en sus casa o en el espacio familiar que rodea su vivienda.
Lorenzetti, "Los efectos del buen gobierno".
Benozo Gozzoli, "El cortejo de los reyes magos", siglo XV.
Anónimo, "Coronación de la virgen".
Fra Filippo Lippi, "Muerte de la virgen", detalle siglo XV.
Masaccio, ( dormitorios)
Memmo di Filippuccio, "La habitación conyugal", 1320.
Maestro del Cassone Adimare, Juego de la civetta, siglo XV (una plaza , los juegos reglamentados de los adolescentes del barrio).
Paolo Uccello, "Nacimiento de la Virgen", 1436
Gentile da Fabriano, (madre e hija)















martes, 5 de mayo de 2015

NIÑEZ II

Primera infancia en Grecia y Roma
Grecia

Los griegos de la Antigüedad se preocupaban por los niños desde el mismo momento en que la futura madre sabía o sospechaba que estaba embarazada. Para que el parto no tuviese problemas, el filósofo Platón recomendaba a las gestantes hacer ejercicio, mientras que su discípulo Aristóteles las animaba a alimentarse de manera adecuada.
Era excepcional que un hombre –ni siquiera el esposo– estuviese presente en ese momento. En cuanto al lugar donde se daba a luz, el más adecuado era el gineceo o zona de la casa reservada a las mujeres.
A los cinco días del parto se celebraban una fiesta familiar en la que el padre corría alrededor del fuego doméstico con su hijo en brazos, mostrándolo a sus parientes. Era entonces cuando le daba el nombre, que generalmente era el mismo que el del abuelo. Las familias más acomodadas organizaban unos días después una celebración más solemne, que incluía un banquete y un sacrificio.
En la tradicional sociedad griega se valoraba más tener un hijo que una hija; el varón estaba mejor considerado porque se pensaba que podría ayudar a la economía familiar de forma más decisiva que una chica. Asimismo, en el mundo griego eran especialmente apreciados –se les consideraba un regalo divino– los hijos únicos.
Las madres desarrollaban una relación muy estrecha con sus hijos, pues eran ellos los que justificaban su papel en la comunidad familiar. En el caso de Esparta, las madres presionaban a sus hijos a que cumplieran sus deberes militares hasta la muerte. En cambio, la relación con el padre era más distante. No es casual que éste llamara al hijo pais, el mismo término que se utilizaba para los esclavos, reflejo de la autoridad absoluta que el padre de familia ejercía sobre su heredero; las mujeres, en cambio, llamaban a sus hijos teknon, «criatura».
Por otra parte, a partir de los seis o siete años los niños empezaban a ir a la escuela y quedaban entonces bajo la autoridad de un tutor o «pedagogo
Es destacable el papel que los niños tuvieron en la religión griega, sin duda porque simbolizaban la pureza y este valor era fundamental para entrar al servicio de un templo.
Roma
Cuando un niño/niña romano/romana venía al mundo, era colocado a los pies del padre.
Los padres no tenían obligación, ni moral ni jurídica, de aceptar todos los hijos nacidos del matrimonio.
El abandono público de los recién nacidos para que fueran adoptados por otras familias era una práctica habitual y legal entre los romanos, fueran ricos o pobres.
En Roma, delante del templo de la Pietas, se alzaba la denominada Columna Lactaria, donde eran depositados los bebés abandonados que, si al final eran recogidos, era con intención de explotarlos como esclavos, mendigos o prostitutas, en el caso de que fueran niñas.
Los pequeños deformes, sin embargo, eran eliminados.
Hasta el infanticidio del hijo de una esclava se consideraba algo normal y la decisión de aceptarlo o no correspondía al amo.
Las familias romanas parecen que no fueron muy prolíficas en cuanto a descendencia.
Existía entre los romanos dos maneras de tener hijos: engendrarlos y adoptarlos. Esta última vía era una manera también de adquirir estatus social. Había que ser pater familias para ser gobernador de provincias, por ejemplo.
El bebé recibía el nombre a partir del octavo día de vida. Si era niña, al noveno. Desde el primer día se le ponían amuletos.
Sus primeros juguetes eran sonajeros, mientras que la lactancia y cuidados eran confiados a una nodriza que se convertía en la segunda madre del pequeño romano.
La "schola" (escuela) estaba regida por el calendario religioso, era mixta hasta los doce años. Un grammaticus era el responsable de enseñarle a los niños los autores clásicos y la mitología, mientras que a las niñas, consideradas adultas a los catorce años (domina, kyria), podían tener uno que le enseñara los clásicos. La educación tenía lugar en el gymnasium o en la palaestra. En oriente, las principales materias eran Retórica, Filosofía, Música y Deporte. En cambio, en la mitad occidental, se enseñaba además Latín, en detrimento de la Música y el Deporte. A los dieciséis o diecisiete años, había una bifurcación en el camino de los jóvenes, que tenían que decidirse por el ejército, o los estudios (Cursus Honorum).
Muñeca hecha en terracota, altura 20 cms., desnuda para que la niña la vistiera
Madre con su hijo se despide de su marido, siglo V a.C.
Fresco de niños pugilistas procedente de Tera
Escultura griega de niño
Escultura griega con niño
Fresco romano, mito de Teseo
Fresco romano, Quirón dando clases a Aquiles
Juego al escondite, Roma
Juego de niños, Roma
NIños jugando con nueces, panel de sarcófago romano
Cornelia , madre de los Graco
Colegio romano
Pintura romana
Niños jugando a las canicas
Matrona con bebé
Fresco de La villa de los misterios, Pompeya