La vida privada de los hijos no existía aún en la primera mitad del siglo XX. Su tiempo libre no les pertenecía, y estaban a disposición de los padres para las mil tareas que les encomendaban. Sus relaciones eran estrechamente vigiladas, y había mucha reticencia frente a las camaraderías extrafamiliares, incluso frente a las anodinas.
Las relaciones paterno-filiales, cambiaron mucho en esta primera mitad de siglo, incluso en las familias ricas. Se evitaba mimar a los niños, el juguete era raro y sólo se ofrecía en determinadas fechas. La disciplina era estricta. Hacía falta levantar, formar caracteres, prohibición de quejarse, proscripción del gemido, no es está en la tierra para quejarse, hay otros más desgraciados…etc.
Estaba permitido en la infancia agruparse en bandas, niños por un lado y niñas por el otro, porque esto estaba inscripto en un cuadro folclórico y se desarrollaba a los ojos y con conocimiento del pueblo, es decir, bajo el control de la opinión pública.
El control de las relaciones de los niños se extendía naturalmente al correo: leer sus cartas no era solamente una costumbre, sino también un deber cuando se les quería educar adecuadamente.
El alejamiento de los niños no hacía desaparecer esta obligación pero costrenía a delegarla: todavía en 1930 las cartas enviadas a los internos de los colegios debían llevar exteriormente una firma mediante la cual los directores del colegio verifican que su lectura había sido autorizada por los padres.
Estas prácticas educativas daban a los padres el poder de decidir sobre el porvenir de sus hijos. El porvenir profesional, o el oficio…y más adelante también su poder llegará a la decisión del matrimonio.
El desarrollo de la institución escolar es uno de los rasgos principales de la evolución social durante la segunda mitad del siglo XX.
En Europa, antes que en Argentina la escolaridad se hace obligatoria hasta los trece años en 1882, y a partir de 1953 hasta los 16 años, en tanto que esto es más reciente en nuestro país.
Esta escolarización responde a necesidades sociales. El oficio que antes aprendían de sus padres, ya no será posible pues no es ejercido en sus propias casas. Ya no será la familia la célula básica de la sociedad. Las obligaciones de antaño han desaparecido, como consecuencia de la transferencia del trabajo productivo fuera de la familia.
La autoridad parental se ha hecho arbitraria, pues ha quedado vacía de contenido cuando se la ha desposeído de la facultad de dirigir las tareas familiares indiscutibles. Los padres de antaño eran autoritarios tanto por necesidad como por costumbre.
La liberalización de la educación familiar implica que el aprendizaje de la vida en sociedad se transfiera de la familia al colegio. El colegio recibe la carga de enseñar a los niños a respetar las obligaciones de tiempo y espacio, las reglas que permiten vivir en sociedad así como a encontrar la relación adecuada con los demás. Esta socialización no atañe solamente a los años de adolescencia,sino también a todo el período de escolaridad.
Esta transferencia implica el reconocimiento por parte de la familia de la legitmidad y del valor de las relaciones extrafamiliares.
El domicilio determina la escuela,más tarde el colegio que el niño debe frecuentar es la sectorización.
Esta nueva realidad implica que el niño, apenas concebido, interesa al Estado y la protección maternal en infantil somete a lal madre a tres visitas médicas antes del parto, al menos si quiere beneficiarse de los subsidios previstos por la ley ( ya en la segunda mitad del siglo XX).
El hecho es que la familia ha perdido progresivamente las funciones que hacían de ella una microsociedad. La socialización de los niños ha abandonado totalmente la esfera doméstica. ¿La familia deja, pues, de ser una institución para convertirse en un simple lugar de encuentro de vidas privadas?
PARTICULARIDADES DE ARGENTINA
En las capas menos pudientes de la sociedad, los niños vivieronn en conventillos del centro o en barrios o asentamientos precarios de los suburbios de la ciudad.
La falta de viviendas y el continuo crecimiento demográfico provocaron el surgimiento de estos conventillos donde convivieron muchísimas personas.
La familia de estos niños incluía en la convivencia, abuelos, primos, hermanos en condiciones de hacinamiento habitacional.
Debido a que los conventillos debían ser higienizados durante el día, las madres los expulsaban de los mismos y terminaban ellos pululando por las calles y veredas . Esta prohibición de permanecer en el hogar, sumada a la carencia de espacios verdes en la ciudad explicaban la permanencia de los niños en las calles. Para estos infantes, los paseos por Palermo, Recoleta y las Barrancas de Belgrano estaban prohibidos e incluso muchas veces eran perseguidos por la policía. Por lo tanto el único espacio que les quedaba era el de la calle.
Dado que en la ciudad de Buenos Aires, la industrialización, a fines del siglo XIX, no había alcanzado la envergadura suficiente para albergar a todos los niños trabajadores, las ocupaciones laborales de los niños se extendieron preferentemente hacia una gama de oficios callejeros: vendedores de diarios, lustrabotas, mensajeros, mendigos, vendedores de billetes de lotería.
No debe sorprender, de todas formas, que los niños por aquellos años trabajaran a la par de los adultos. Aún no había leyes que regularan el trabajo infantil, será años más tarde con el socialista Alfredo Palacios que se vedó el trabajo a menores de diez años.
En algunos casos el niño funcionaba económicamente como uno de los sostenedores del hogar, en otros casos como cooperador no indispensable y en algunas familias el niño era explotado para hacer algunos ahorros.
Estaban los niños que no vivían con sus familias y que vendían ocasionalmente. Estos niños delinquían. Las niñas podían dedicarse a la prostitución desde muy jovencitas y aún los niños más desarrollados podían dedicarse al mismo trabajo, brindando sus servicios a adultos homosexuales. Generalmente los niños cursaban los grados escolares hasta que estaban en condiciones físicas de trabajar. Habitualmente agrupados en bandas o pandillas, las cuales se organizaban jerárquicamente, donde el más fuerte se convertía en el jefe. Los juegos de estos niños se llevaban a cabo en las calles. Allí se realizaban las fiestas de San Juan y San Pedro en la que los niños participaban activamente. Jugaban además a tocar los timbres de las casas y salir corriendo, a subir y bajar del tranvía en movimiento. Jugaban por dinero a diversos juegos sin ser censurados por los adultos, los cuales incluso muchas veces los observaban divertirse de esa manera con la “Chirola”, los “Cobres”, el “Siete y medio”, entre otros. Será desde mediados de la primera década del siglo XX, cuando por incentiva del Consejo Nacional de Educación, las figuritas circularán masivamente, reemplazando muchas veces al dinero en las apuestas. Otros de los juegos preferidos por los niños era el de tirarle piedras a los viejos desconocidos y matar gorriones con la gomera.
![]() |
![]() |
![]() |
Andrew Wyeth, óleo |
![]() |
William Adolphe Bouguereau, óleo |
![]() |
Juguete antiguo, Buenos Aires |
![]() |
Pablo Picasso, "Las meninas" |
![]() |
Lino Eneas Spilimbergo, óleo |
![]() |
Henri Lebasque, "La petite mandoliniste" |
![]() |
Salvador Dalí, óleo |
![]() |
Casa de muñecas, Buenos Aires |
![]() |
Antonio Berni, "La gallina ciega" |
![]() |
William Adolphe Bouguereau, óleo |
![]() |
Carl Vilhelm Holsoe |
Carl Vilhelm Holsoe, "Children In An Interior" |
![]() |
Marc
Chagall, "El gallo" |
No hay comentarios:
Publicar un comentario