lunes, 14 de diciembre de 2020

PESTE NEGRA / ARMA BACTERIOLÓGICA

 "Jani Beg ordenó colocar cuerpos de soldados fallecidos para lanzarlos sobre las almenas al interior de Caffa..."

                                                                   Jani Beg

La ciudad de Caffa ha quedado históricamente vinculada a la Peste Negra porque parece ser que allí se empleó por primera vez la enfermedad como arma, durante el asedio que sufrió por parte de los mongoles en 1346.

Caffa, una ciudad hoy conocida como Feodosia, estaba situada en la península de Crimea, lugar fundado como emporio comercial en el siglo VI a.C. por griegos de Mileto.

Feodosia deviene de Teodosia, que significa algo así como regalo divino.

Su ubicación geográfica jugó tanto a su favor en lo económico como en su contra en lo estratégico, cambiando constantemente de manos ya que pónticos, romanos, sármatas, tauros, hunos, jázaros, cumanos y mongoles la ocuparon sucesivamente a través de los siglos.

                                        Mapa de las colonias en el Mar Negro, Teodosia/Caffa


Curiosamente, en el siglo XIII era una lengua italiana la que se oía por esas latitudes debido a que tras unas décadas de dominio veneciano, un grupo de comerciantes de la pujante República de Génova compró el derecho a establecer allí un consulado al khan de la Horda de Oro (el gran khanato formado en el siglo anterior a partir de las conquistas de Batú Khan, el nieto de Gengis Khan).

                                           Mapa medieval del Mar Negro por Diogo Homem

Los gobernantes de Bizancio aprovechando en beneficio propio el antagonismo existente entre las dos repúblicas habían otorgado la supremacía a Génova. El estar afincados en Feodosia en la ribera del Don constituía una buena base para comerciar con el centro de Rusia. Firmado el acuerdo en el año 1266, el nombre de la urbe se italianizó pasando a ser Caffa, y a continuación se convirtió en uno de los puertos más importantes de la región, monopolizando su comercio y acogiendo uno de los mayores mercados de esclavos de Europa. La mayoría de los habitantes de Caffa eran cristianos genoveses y en sus muelles fondeaban doscientos barcos, tanto buques de guerra como mercantes, pequeños y grandes.

Caffa  en 1346,  sufrió un dramático asedio a manos de los mongoles, esta vez con un aliado interesado en desplazar a los genoveses: los venecianos

(A fines del siglo XIII, la pérdida de todas las posesiones cristianas en Siria, había implicado un grave quebranto para Venecia. Por otra parte, los genoveses instalados en el Bósforo, comerciaban activamente en el ámbito del mar Negro y en Crimea había colonias genovesas junto a las venecianas).

Ante el grave peligro que amenazaba su supremacía mercantil, Venecia declaró la guerra a Génova dirimida en parte en aguas bizantinas.

                                                                    Venecia

La colonia genovesa se refugió tras los muros de Constantinopla, y el emperador, Andrónico II apoyó activamente a los regugiados.   La flota veneciana desvastó las orillas del Bosforo e incendió el arrabal de Gálata, donde moraban los genoveses. Los venecianos que habitaban la capital fueron pasados a cuchillo.  Luego los genoveses obtuvieron permiso para rodear Gálata de un foso y de un muro, y muy pronto el barrio se ornó con numerosas construcciones públicas y privadas.  Gálata vino a ser un estado genovés dentro del estado bizantino. Con ello la republica de Liguria, además de su importancia comercial, adquirió un notable ascendiente político en el imperio bizantino.

                                                                 Génova

La carencia de una flota por parte de los gobernantes dio gran facilidad a los genoveses para monopolizar el comercio de importación del mar Negro y de los estrechos.  Según datos de la época, las rentas de las aduanas de Gálata subían anualmente a doscientas mil piezas de oro, mientras Bizancio apenas recibía treinta mil.  

Los proyectos encaminados a la construcción de una flota para liberar al imperio de los genoveses fracasaron y estos acrecentaron su influencia anexionando las alturas inmediatas a su barrio de Gálata.  Este incremento de la influencia genovesa repercutió en Venecia, que consideraba a Génova como su más temible rival en oriente.  Los intereses de ambas repúblicas chocaban particularmente en los mares Negro y de Azov.

Fue entonces cuando la Peste Negra jugó un papel protagonista.

                                           Peter Brueghel, El triunfo de la Muerte

En el siglo XIV había una palabra cuya pronunciación provocaba terror: la peste. Aunque no se trató de una pandemia exclusiva de ese tiempo, pues está acreditada ya desde la Antigüedad, fue entonces cuando alcanzó una dimensión especial por los terribles efectos demográficos que causaron sucesivas oleadas en la población europea y su catastrófica repercusión en la economía.

La Peste Negra, nombre que se dio a la peste bubónica debido al tono azulado o negruzco que adquirían zonas de la piel a causa de los trombos que originaba la coagulación intravascular, es una enfermedad infectocontagiosa provocada por Yersinia pestis.

La primera identificación documentada fue en el siglo VI d.C. en lo que los contemporáneos bautizaron como Plaga de Justiniano (porque el emperador enfermó, si bien logró sobrevivir), que asoló los puertos mediterráneos hasta remitir misteriosamente hacia el año 750. El primer brote se localizó en Pelusium(Egipto) y las descripciones de Procopio de Cesarea sobre sus síntomas indican que, efectivamente, se trataba de peste bubónica.

Sin embargo, la pandemia más famosa de Peste Negra llegó en el siglo XIV y su puerta de entrada a Europa fue precisamente el sitio de Caffa. Durante un tiempo en que los genoveses estuvieron ausentes, la República Serenísima de Venecia no perdió el tiempo en entrar en negociación con el nuevo khan de la Horda de Oro, Jani Beg, para ocupar su lugar y nada mejor que una guerra para aunar voluntades en una empresa común.

Jani Beg alcanzó un acuerdo con Venecia bien entrada ya la década de los cuarenta  y, consecuentemente, los mongoles empezaron a presionar a los genoveses hasta que en 1346 pasaron a hostilizarlos de forma abierta. La mayoría de la gente buscó refugio en Caffa. Un primer intento de tomarla fue neutralizado en 1343 al recibir refuerzos desde Italia pero Jani Beg reorganizó sus fuerzas, amplió los efectivos y volvió a presentarse ante las murallas en 1345.

                                                                    Mongoles

De nuevo fue cercada, pues, y de nuevo resistió denodadamente al enemigo. Tanto que el sitio se prolongó y, como suele ocurrir en tales casos, en los que el sitiador sufre más penalidades que el sitiado, los mongoles sufrieron privaciones y enfermedades que diezmaron sus filas evidenciando que cada vez sería más difícil tomar la ciudad; había que rendirla y no a mucho tardar o habría que levantar el asedio y marcharse. Y el khan supo aprovechar las circunstancias y reorientar la adversidad hacia los otros.

El mal que estaba acabando con sus hombres era precisamente la Peste Negra, que estaba dejando clara evidencia de su letalidad y su capacidad de contagio tras llegar procedente de oriente. Así que, en una mezcla de imaginación y genio, Jani Beg ordenó colocar cuerpos de soldados fallecidos para lanzarlos sobre los almenas al interior de Caffa.

Caffa cayó en 1347 y los que pudieron sobrevivir a los mongoles se embarcaron para escapar por mar hacia Génova, extendiendo la epidemia por todos los puertos donde hicieron escala y de éstos a otros: Grecia, Egipto, los Balcanes, etc.

                                                          Fortaleza genovesa en Caffa

Parte de aquella flota macabra arribó a Constantinopla con las cubiertas atestadas de muertos y moribundos (algunos quedaron en alta mar con todos sus viajeros fallecidos), algo irónico si se tiene en cuenta que allí había tenido lugar la mencionada Plaga de Justiniano ochocientos años antes. Otra parte continuó viaje por el Mediterráneo y alcanzó Mesina, en Sicilia, aunque las autoridades locales prohibieron desembarcar a sus ocupantes humanos pero las ratas de a bordo se las arreglaron para bajar a tierra e infestar la urbe.

Desde la isla, la Peste Negra se fue extendiendo por Marsella y la península italiana (Génova, Venecia…). La guerra que libraron Hungría y Nápoles ese mismo año ayudo a transmitir la enfermedad porque ante las numerosas bajas que causó ésta se hizo necesario interrumpir las hostilidades y soldados húngaros regresaron a su país infectados; hasta la reina moriría. La marcha implacable de la Peste Negra fue asolando Francia, España, Inglaterra, Escandinavia y, en suma, casi toda Europa, llegando al extremo noroccidental de Rusia y dejando una sangría demográfica de unos veinticinco millones de muertos, un sesenta por ciento de los afectados.

La pandemia remitió por fin unos años después, hacia 1353, aunque hasta el siglo XVIII siguió habiendo brotes esporádicos, algunos de gran mortalidad, especialmente en localidades portuarias. No obstante, Caffa consiguió salir adelante y, con el tiempo, recuperar su prosperidad, la intensa actividad de su puerto y la importancia de su mercado esclavista. La peste negra iniciada en 1348 había aplazado la guerra entre las dos repúblicas hasta la conferencia de Turín en 1381 en que se fijaron las condiciones de paz, y Génova renunciaba así a cerrar el paso a los venecianos en el mar Negro y el acceso de Tanais.

Se  considera improbable que la difusión de la Peste Negra partiera de aquel único punto de Crimea: puesto que tardó más de un año en llegar a Europa occidental y que otros puertos de la península habían caído en poder del khan, lo más seguro es que hubiera varios focos, unos por vía marítima y otros por la terrestre que suponían las caravanas. De hecho, Asia Menor también sufrió estragos y, junto con África, dobló en víctimas a Europa.

Por otra parte los cuerpos de perecidos por peste bubónica no son contagiosos per se, así que probablemente los habitantes de Caffa fueron infectados por pulgas que habría en las ropas de los cadáveres lanzados o las que introdujeran las ratas que pululaban por el campamento mongol, que a buen seguro hallaron la forma de entrar en la ciudad.

Considerando cierta la historia de las catapultas narrada por Gabriel De Mussis -algo muy cuestionado-, podría aceptarse que se trató del primer arma bacteriológica propiamente dicha y documentada en la Historia.

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