MOMENTO ACTUAL ( segunda parte)
La creencia del mundo actual es que si vemos todo, somos amos del mundo.
El deseo de ver es parte de la naturaleza humana y el discurso de la ciencia ha inyectado en ese deseo una creencia y una poderosa promesa de que podemos ver todo. El deseo ha mutado ahora en voluntad de ver todo, es un derecho y deviene en exigencia de visibilidad que se hace ley.
Ya no domina lo de antaño: la cultura del secreto, del silencio, de lo privado.
En el siglo XIX en el diccionario francés Littré, vemos que la palabra “privado”, que proviene del verbo priver, está referido a amaestrar, domesticar, por ejemplo se dice: pájaro privado, extraído de la selva, llevado al espacio familiar de la casa...hay una idea de familiaridad que recorre estas palabras, de ahí es que lo privado es el conjunto constituido en torno a la idea de familia, de la casa, del interior. Desde la antigüedad se consideró que la vida privada había de hallarse oculta, no estaba permitido averiguar ni dar a conocer lo que sucedía en la casa de un particular.
Lo privado es lo que se opone a lo público.
Lo público, además, es definido como lo perteneciente a todo un pueblo, lo concerniente al pueblo. Lo que es común, de uso de todos, lo que no es objeto de apropiación particular, y se halla abierto en consecuencia.
Se considera público lo ostensible, lo manifiesto, por lo tanto se opone a lo propio, que es lo que pertenece a este o aquel, y se opone en consecuencia a lo oculto, a lo secreto , lo reservado. Se opone a lo que uno mantiene en intimidad.
En el momento actual estamos frente al nacimiento de una nueva civilización de la que somos sujetos, a veces víctimas, o actores, objetos, y agentes y si abrimos nuestra mirada a lo que ocurre, podremos ganar libertad. Lo que está en juego es la libertad individual.
Benjamin Constant definió a la libertad como el disfrute pacífico de la independencia privada, y viene a cuento porque el concepto de privacidad está ligado sobre todo, dentro de la tradición liberal, al derecho de todo ciudadano a retirarse para perseguir libremente sus proyectos y relaciones personales. En esta tradición el respeto por la vida privada se justifica en nombre de la libertad individual.
En 1890 Samuel Warren y Louis Brandeis escribieron la primera formulación del derecho a la privacidad en un artículo publicado en la Harvard Law Review. Les preocupaba en ese momento los nuevos inventos como la fotografía y el comportamiento de cierta prensa del chismorreo, de la que Warren había sido víctima, por ser su mujer una bostoniana que ofrecía fiestas a las que asistía este tipo de columnista.
La amenaza a este derecho había provenido tradicionalmente de los gobernantes pero el desarrollo de las sociedades democráticas trajo nuevos riesgos, y se ocuparon del tema hasta autores como Tocqueville o Stuart Mill cuando alertaron sobre los peligros que pueden pesar sobre la libertad individual, por ej el control social ejercido por los gobernantes, tema que está presente en el big brother de George Orwell.
La diferencia entre los conceptos de privacidad e intimidad, que son cercanos pero distintos - en inglés “rigth to privacy” y en castellano “derecho a la intimidad” - es que esta última no es observable. Esto surgió,en 1989, de un jurista español, Castilla del Pino, utilizando el criterio de observabilidad o accesibilidad para distinguirlas, estableció tres tipos de actuaciones en toda persona: pública, privada e íntima.
Al caracterizar la época actual, observamos que es muy delgada la línea entre lo público y lo privado. Lo privado está ligado a lo que tiene que ver con la intimidad.
También vemos que hay en el mundo actual una embriaguez de lo visible y pasión por verlo todo...la sociedad entera está entregada a esto.
Es como si los sujetos fueran llamados a avanzar sin velos por el mundo y si definimos el territorio de lo íntimo como la posibilidad de lo oculto, podríamos afirmar que esta llamada supone una amenaza sobre lo íntimo.
Lo íntimo es la posibilidad de que haya, frente al mundo, un lugar del sujeto, un lugar que sea su lugar, en el que pueda sustraerse a la mirada del Otro, escrito así con mayúsculas, sustraerse a su voluntad de transparencia, es decir, a su voluntad de reducir al hombre a la condición de cosa: o sea, de ser hombre enteramente librado a su mirada clarividente.
Estamos en un mundo sin escondite, un mundo transparente.
Algo ha cambiado y es que ahora falta la sombra. Esa que en otro tiempo era la que portaba la amenaza, suscitando confusión o miedo, y que por eso fue preciso apartarla junto con el oscurantismo.
Entonces ahora, frente a la importancia creciente de ese dios omnividente, que todo lo ve, de esa transparencia de la que nadie ya puede sustraerse, la defensa de la libertad pasa por el derecho a lo oculto y al secreto: se vuelve urgente preservar una parte de sombra sobre la Tierra.
Si lo íntimo es el lugar en que el sujeto esta fuera de toda mirada y puede mirarse a sí mismo, podemos decir que lo íntimo tiene un doble corazón: por un lado poder sustraerse a la mirada omnividente, y por otro mirarse a sí mismo. Pero el sujeto no es trasparente a sí mismo, descubre su opacidad, según Heidegger este es un gesto complejo porque mediante esa mirada de sí en el alejamiento mismo de sí, puede constituirse algo del orden de un sí mismo.
El sujeto está dividido de sí mismo, y lo íntimo es el lugar en que se mira interrogativamente y se hace enigma para sí mismo, se revela que no es transparente para sí. Se manifiesta su parte de sombra que está cerrada a la mirada del Otro con mayúscula pero también para sí mismo. Hay algo en él más interior que su intimidad. Algo que San Agustin llamaría Dios: “Pero tú, tú eras más interior que lo íntimo de mí mismo”.
Es lo que llamamos inconsciente, lo más interior del sujeto que sería exterior a este, al propio sujeto,lo más íntimo por fuera de la intimidad, que es lo que Lacan llamó extimidad.
Ahora bien, si de un modo o de otro, lo más íntimo está fuera de uno, lo íntimo
se perfila como un lugar, no de pura libertad, sino de verdad; es decir, donde el sujeto surge en su opacidad, en su irreductible división. Lo cual explica que, siendo un lugar de secreto y de sombra, lo íntimo pueda serlo también de pudor. Un lugar de pudor.
¿ Podríamos decir que el deseo de transparencia que asalta hoy al mundo se realiza con el propósito de extraer lo íntimo por la fuerza? ¿ de arrancarle al sujeto su verdad? ¿se trata de una violencia? Es peligrosa?
¿Qué puede hacer el sujeto sino oponer su derecho a esconderse? Un derecho que no está escrito, y que no es simplemente el de esconder la verdad sino el de esconder también la circunstancia de que no sabe nada de esa verdad. Ocultar a la mirada del gran otro incluso el hecho de que el sujeto no es amo de sí mismo.
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