Nuestra Señora del Pilar foto de Gonnet, 1862 |
Al principio, el barrio norte de Buenos Aires estuvo conformado por sitios que no pertenecían a la ciudad. Había quintas y baldíos, sólo un convento de monjes recoletos, rama de la orden franciscana reformada por San Pedro de Alcántara, y luego un templo bajo la advocación de la Virgen del Pilar.
Durante bastante tiempo, desde el caserío urbano se veían perfilar a lo lejos, sobre las copas de los árboles, las torres del Pilar.
Se levantó un matadero que congregó a su alrededor una población de variada catadura, hacinada en ranchos, que se reunía en pulperías y reñideros, en los que algún hecho de sangre dejó su secuela de espanto.
En sus caminos acechaban toda clase de peligros, desde el lobisón, que aullaba en las noches de luna, a algún tigre que un camalote depositara en la costa; desde la Viuda o la luz mala a los bandidos que no vacilaban en matar de una puñalada o un trabucazo a quien se resistiera a entregarles el cinturón.
La calle Larga, ruta de acceso a los Recoletos, era recorrida por sujetos de avería.
Carlos Morel, "Camino largo de Barracas"(zona sur de la ciudad) |
En las sucesivas etapas de este barrio, hubo la construcción de la plazoleta frente a la iglesia, en la que pronto tuvieron lugar ferias y romerías.
Durante las invasiones inglesas Liniers oró en el convento de los Recoletos, durante toda la noche, antes de abandonar la ciudad a la que volvería para reconquistarla del invasor.
Las campanas de la Recoleta tenían un tañido lúgubre.
Jorge Luis Borges expresó con delicadeza, sus meditaciones sobre la Recoleta, “lugar donde han de enterrarme”. Sabedor del ansia de perpetuidad de los hombres, espejada en los ostentosos panteones de mármol, alude a la solemne quietud de los senderos y la serenidad de sus tumbas.
“…Hermosa es la serenidad de las tumbas,
la conjunción del mármol y de la flor,
y las plazuelas con frescura de patio
y el aislamiento y la individuación eternales;
cada cual fue contemplador de su muerte,
única y personal como un recuerdo…”
Más adelante ese barrio se convirtió en aristocrático, y abundaron allí los jardines ingleses, grutas y lagos artificiales.
Allí se levantó el palacio estilo Luis XV de la familia Laris, creada por Manuel Galvez sobre modelos reales y convenciones propias, como tantos otros que aún existen sobre la avenida Alvear.
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