“Es como si cada época se definiera, ante todo, por lo que ve y hace ver, y por lo que dice y hace decir”. En: El saber: Curso sobre Foucault. Gilles Deleuze, Cactus, Buenos Aires, 2013
lunes, 22 de febrero de 2016
EL AMOR: VIAJE HACIA UN OBJETO NUNCA VISTO
Invención del amor, AMOR CORTÉS
Hacia el siglo XI comienza la poesía de trovadores provenzales (*), seguida por las novelas caballerescas del ciclo bretón y por la poesía de estilnovistas italianos(**), y en todos estos textos se va abriendo paso una imagen concreta de la mujer como objeto de amor casto y sublimado, deseada e inalcanzable, y a menudo deseada precisamente porque es inalcanzable.
Una primera interpretación de esta actitud (y en especial respecto a la poesía de los trovadores) es que es una manifestación de homenaje feudal: el señor, entregado ya a las aventuras de la cruzada, está ausente, y el homenaje del trovador (que siempre es un caballero) se transfiere a la dama, adorada pero respetada, de quien el poeta se convierte en vasallo, sirviente, y a la que seduce platónicamente con sus canciones. La dama desempeña el papel que correspondía al señor, pero la fidelidad al señor hace que esta sea intocable.
Según otra interpretación, los trovadores se inspiraban en la herejía cátara, de la que procedía su actitud de desprecio a la carne, hay quienes dicen incluso que los trovadores estaban influidos por la poesía mística árabe y finalmente, se interpreta la poseía cortés como manifestación de un ennoblecimiento de las costumbres entre una clase caballeresca y feudal cuyos hábitos naturales eran fieros y violentos. En el siglo XX no han faltado interpretaciones psicoanalíticas sobre los desgarros internos del amor cortés, en el sentido de que la mujer es deseada y rechazada a la vez porque en ella se encarna una imagen materna, o bien que el caballero se enamora narcisísticamente de la propia imagen reflejada en la dama.
Aparece un ideal de belleza femenina y de educada pasión amorosa, en la que el deseo se hace mayor debido a la prohibición, y la dama alimenta en el caballero un estado permanente de sufrimiento, que el caballero acepta con alegría. De ahí las fantasías de una posesión que se aplaza constantemente, en las que cuanto más inalcanzable se considera la mujer, más se alimenta el deseo que enciende, y su belleza se transfigura. Esta lectura del amor cortés no tiene en cuenta el hecho de que muchas veces el trovador no se detiene al borde de la renuncia, y el caballero errante no puede evitar el adulterio, como le sucedió a Tristán, que arrebatado de pasión por Isolda, traiciona al rey Marco. No obstante, nunca está ausente de estas historias de pasión la idea de que el amor, además del arrebato de los sentidos, lleva consigo infelicidad y remordimiento. Por eso, en la forma en que los siglos posteriores han interpretado la aventura del amor cortés, los momentos de claudicación moral (y de triunfo erótico) han pasado indudablemente a segundo plano respecto a la idea de la insatisfacción y del deseo postergado hasta el infinito, donde el dominio que tiene la mujer sobre el amante presenta aspectos masoquistas, y la pasión va aumentando cuanto más es humillada.
Se ha afirmado que la invención del amor nació en la edad Media, en su forma de pasión eternamente insatisfecha, luego fuente de dulce infelicidad y de ahí pasó al arte moderno.
Por ejemplo, Jaufré Rudel , quien era el señor de Blaye en el siglo XII y había particIpado en la segunda cruzada. Es difícil establecer si conoció allí al objeto de su amor, que podía se la condesa de TrÍpoli de Siria, Odierna, o su hija Meslisenda. En cualquier caso, muy pronto surge la leyenda de que Rudel esta enamorado de esta princesa lejana, a la nunca había visto y de que andaba en su busca. Un viaje hacia un objeto nunca visto de su incontenible amor. Recién cuando muere, la dama es avisada de la existencia de este amante atormentado y corre a su lecho de muerte llegando a tiempo de darle un castísimo beso antes de que expirara.
Texto de referencia.: Eco, Umberto, “ Historia de la belleza”, Editorial Debolsillo, 2013
Primeras imágenes (***)
(*) El amor cortés es una rama de la literatura medieval, especialmente francesa, inspirada por el espíritu cortés, es decir, una "erótica" fundada en la sublimación de la dama.
El amor cortés surge en el siglo XI en la Francia occidental a manos de Guillermo IX, duque de Aquitania, quien firma los documentos más antiguos que se han encontrado. En ellos se localizaban ya los elementos y las tramas así como la concepción del amor que posteriormente caracterizaría el amor cortés.
(**)Con la expresión toscana Dolce stil novo («Dulce estilo nuevo»), Francesco de Sanctis denominó en el siglo XIX a un grupo de poetas italianos de la segunda mitad del siglo XIII, integrado por Guido Guinizelli, Guido Cavalcanti, Dante Alighieri, Lapo Gianni, Cino da Pistoia, Guianni Alfani,Dino Frescobaldi y Francesco Petrarca.
La expresión dolce stil novo proviene de la Divina comedia de Dante, concretamente de Purgatorio, canto XXIV, v. 57, («Di qua dal dolce stil novo ch' i' odo»)2 y de allí es de donde el poeta florentino Bonagiunta da Lucca denomina así la obra de Dante en contraposición a la lírica trovadoresca
(***) Imágenes de “La dama y el unicornio” (“La Dame à la licorne”) es una colección de seis exquisitos tapices confeccionados en Flandes hacia fines del siglo XV.
Fueron tejidos con lana y seda por un artista desconocido y la paleta cromática contempla el bermellón, el dorado, el verde y el azul. Los cinco primeros tapices, se dice, componen una alegoría de los cinco sentidos: vista, oído, gusto, olfato y tacto, y el último tiene un significado más oscuro, y se le ha llamado “À Mon Seuil Désir” (“Según mi único deseo”) debido a la inscripción que corona la carpa del tapiz. La confección de esta tapicería se hizo bajo un estilo muy popular en la Edad Media conocido como mille-fleurs (‘mil flores’) debido a que el fondo del tapiz está decorado con motivos florales y de plantas en abundancia. Además de las flores, otra decoración que se destaca son pequeños animales, tales como conejos, perros, cabras, monos, corderos, zorros, lobos y pájaros varios que parecieran ser espectadores de las escenas centrales de los tapices, protagonizadas por una mujer ricamente vestida a la usanza cortesana, un unicornio y un león (dos de los animales centrales en los bestiarios medievales). Pero, como veremos, el mono es el que entrega ciertas llaves interpretativas.
En el primer tapiz, el alusivo a la Vista, la dama está sosteniendo un espejo en el que se refleja el perfil de un unicornio en actitud serena (“efecto Venus”), mientras un león porta un estandarte con el escudo de armas de una familia noble apellidada Le Viste (el cual se replica en todos los tapices). El sentido de la visión aparece doblemente referido con la presencia del espejo, y en tanto espectadores somos apelados por la vividez y colorido del tapiz.
El segundo tapiz, sobre el Oído, presenta a la dama tocando un órgano, ayudada por una doncella, quien pulsa los fuelles, mientras el león y el unicornio sostienen banderines heráldicos. Los sentidos de la Vista y el Oído eran fundamentales en la iconografía, literatura y filosofía medievales, y eran vinculados con la espiritualidad y la abstracción. Esa idea parece reforzarse con el último tapiz, que pareciera entregar una lección final, como veremos más abajo.
El tapiz del Gusto muestra a la dama tomando algunos dulces que la doncella le convida desde un copón dorado. Debajo de la dama, destaca la presencia de un mono que pareciera estar llevándose al hocico uno de esos dulces (por su parte, a diferencia de su afabilidad en las escenas anteriores, el león aparece más agresivo o ¿hambriento?)
La dama, en el cuarto tapiz, aparece tejiendo una corona con flores, las que va tomando desde la canasta que sostiene la doncella. Nuevamente el mono, travieso, toma una flor de otra cesta y con su gesto nos da entender que la está oliendo. Tanto en el tapiz del Gusto como en el del Olfato, el mono es clave para la comprensión de la imagen. No podemos olvidar que este animal ha sido asociado con uno de los pecados capitales más sensuales, la lujuria.
En el último tapiz de los sentidos, el del Tacto, la dama es la que figura sosteniendo el mástil del banderín con su mano derecha y con la izquierda toca el cuerno del unicornio, quien se entrega a ese gesto.
En el tapiz “À Mon Seuil Désir”, una carpa es el pilar de la escena, en cuyo techo se halla la frase que le ha dado ese nombre. Aquí la dama aparece sin su collar, pues lo está colocando dentro de un cofre que sujeta una doncella (¿o lo está sacando de ahí para ponérselo?). Esta imagen se ha interpretado de diversas maneras y, a diferencia de los significados atribuidos a los otros tapices, en este caso no ha habido acuerdo: podría ser la renuncia a lo material y a lo sensorial; la importancia del sexto sentido, asociado con el entendimiento; o lo tangible como prisión para el ser humano, quien debiese dedicarse a asuntos trascendentales, etcétera. Además, se ha interpretado como una apología a la virginidad, ya que el unicornio representaba en la Edad Media la pureza, la castidad y la femineidad, y las leyendas de esa época decían que los unicornios solo podían ser capturados por una joven virgen.
na lectura más actual, muy interesante y bonita, es la propuesta por la autora Marie-Elisabeth Bruel en el 2000, que interpreta los tapices como escenas del “amor cortés” (¿se acuerdan que ya hablamos de eso en una nota sobre los libros cordiformes?). Entonces, cada uno de los sentidos, más el del “entendimiento”, representaría cada etapa del enamoramiento, las cuales son emprendidas por la dama, no por el caballero: el tapiz del Oído se relaciona con la Cortesía; el del Olfato con la Belleza; el Gusto con el Juego amoroso; el tapiz “À Mon Seuil Désir” con la Manifestación del deseo; el de la Vista con la Seducción amorosa, y el del Tacto con la Conquista del ser amado. Ese último paso, ese último tapiz, cerraría esta serie con el gesto triunfal de la dama que toca suavemente el cuerno del unicornio, que representa al caballero sometido a los encantos femeninos de la dama.
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