En ninguna civilización la vida urbana se desarrolló independientemente del comercio y de la industria.
A comienzos del siglo XI se perciben en la Europa Occidental síntomas de renovación. Varios sucesos concurrieron en el paso de los siglos X al XI que ayudaron al resurgir de Occidente.
En primer lugar la Cristiandad ve alejarse los peligros que la venían acechando.
Por el Este, con la formación de los tres nuevos Estados cristianos de Bohemia, Polonia y Hungría, eslavos y húngaros dejan de constituir una amenaza.
Por el Norte, al cesar las expediciones de los vikingos, el Mar Báltico queda abierto a la navegación y a las influencias de Europa central.
La Europa cristiana, ahora desplazada hacia el Este, ha dejado al Imperio germánico en el centro del sistema y en comunicación directa con Constantinopla.
Por el Sur, el Califato de Córdoba se ha fragmentado y eso permitió a los cristianos tomar la ofensiva y darles conciencia de su seguridad. En el Mediterráneo Occidental el poder musulmán declinaba.
Paralelamente la productividad ha aumentado al ponerse en cultivo tierras yermas, y la consecuencia es un perceptible aumento de población parejo a la mayor intensidad en el cultivo de las tierras. Aparecen nuevas aldeas y aumenta la población en los pequeños centros urbanos.
El comercio tiene un nuevo auge. En Italia, como siempre, ocurren los primeros movimientos.
Venecia conoce pronto una aristocracia enriquecida por el tráfico marítimo que contrapesa a la que vive de la agricultura, y así Pisa, y también Génova.
El crédito recupera terreno en Flandes y en Cataluña, en donde se reanuda la acuñación del oro.
Los negocios que antes se acordaban entre Venecia y el mundo árabe y bizantino, ahora se extienden hacia el Norte.
Alrededor del siglo X se fundan las primeras ciudades a orillas del mar o en las riberas del Mosa y del Escalda. Esto se ha debido al renacimiento comercial de la época, que repercute directamente en el desarrollo urbano, y en el nacimiento de una nueva clase social, la burguesía.
Las peregrinaciones a los lugares santos, ahora tienen un nuevo valor, y sus rutas enlazarán con otros tantos centros comerciales.
Santiago de Compostela, y también las ciudades situadas en la ruta Francígena a Roma, y Venecia que sigue siendo la ciudad en donde se embarcan hacia Jerusalén.
En Italia la noción de la ciudad no se había borrado del todo. No dejó de cumplir una función económica distinta, como centro de la administración civil y eclesiastico, de los cambios y de la productividad industrial. En el siglo X las ciudades crecen, tal el caso de Milán, Pavía, Roma…en donde surgen burgos de peregrinos y mercaderes.
La organización comercial de la Edad Media hacía indispensable el establecimiento, en lugares fijos, de los mercaderes viajeros sobre los que descansaba tal organización.
Cuando las temporadas invernales llegaban, e interrumpían obligadamente sus viajes, pues los mares se volvían intransitables y así los ríos y caminos por las nieves, los mercaderes debían, necesariamente, aglomerarse en determinados puntos del territorio. Al comienzo, lo hacían en los lugares que facilitaban las comunicaciones, y donde, al mismo tiempo, podían poner a buen recaudo su dinero y bienes. Estos lugares eran los burgos, pero no todos.
Los burgos, destinados a oponerse al enemigo o a brindar abrigo a las poblaciones, habían sido construídos en lugares cuyo acceso era especialmente fácil.
Eran fortalezas cuyas murallas ceñían apenas un perímetro estrictamente limitado.
Las rutas usadas por los invasores eran las que recorrían los mercaderes. Y las mismas murallas altas de las fortalezas, que servían para protegerse de aquellos, atraían a los comerciantes pues se adaptaban especialmente a sus quehaceres.
Al principio se instalaron colonias comerciales al pié de los burgos.
Las ciudades o cités, cuyo radio urbano comprendía frecuentemente espacios libres ocupados por campos y jardines, debieron proporcionarles al comienzo un lugar que muy pronto resultó demasiado estrecho. Y fue así que desde el siglo X se vieron forzados, muchas veces, a establecerse fuera de los muros.
Ese sitio exterior al perímetro del burgo, es un burgo extramuro, es decir un “faubourg”. La instalación y disposición de éste, es muy simple. Un mercado instalado al borde del curso fluvial que atraviesa la localidad o bien en el centro de ésta, constituye el punto de unión de las calles que se dirigen hacia las puertas que dan sobre la campaña.
En ciertos lugares, como Inglaterra y Países Bajos se lo designa con el nombre de “portus”, término que viene del lenguaje administrativo del Imperio Romano, y que significa un recinto cerrado que sirve de depósito o de etapa para mercaderías.
Un curioso relato escrito por un monje hacia 1060, que forma parte de los Miracula Sancti Womari, nos proporciona detalles que permiten tener una idea más clara acerca del origen de las ciudades. “…un grupo de religiosos llegan en procesión a Gante. Los habitantes salen a su encuentro como ‘enjambre de abejas’. Primero, conducen a los piadosos visitantes a la iglesia de Santa Forgilda, situada dentro del perímetro del burgus. Al día siguiente, salen de éste para dirigirse a la iglesia de San Juan Bautista, recientemente levantada en el portus”. (1). Al parecer se trata de la yuxtaposición de dos centros de población de origen y naturaleza diversos. Uno, el más antiguo, es una fortaleza, y el otro es una plaza comercial.
La ciudad ha de nacer de esta fusión gradual, en donde el primer elemento (burgus) será absorbido por el segundo ( portus).
(1) ( las comillas son nuestras)
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