Nota de Héctor Mauas
1) Normalización de las relaciones que no existen.
Desde la aparición de la ciencia, el saber es necesario para el mantenimiento y la expansión del aparato productivo.
Saber y Progreso son parte de los semblantes con los que se invisten para mejor jugar el rol de significantes amo. Estudiar y trabajar os hará libres.
Saber y producción son campos de fronteras centrífugas y permeables; por lo tanto, no se contienen a sí mismos.
Están sujetos a influjo recíproco permanente; fracasan los procesos de mutua reabsorción.
Se exceden. Su existencia no es sino actividad que implica plusvalía en un caso y plus-de-saber en el otro.
Someterlos a control es imposible.
Vincularlos armoniosamente es uno de los sueños pendientes de la unificación entre ciencia, técnica y la forma mercancía.
La educación es una respuesta a la demanda social de establecer relaciones armónicas. En términos de proporción sexual, se demanda connaturalidad, ser “uno para el otro”, entre saber y producción.
Es una demanda permanente e inestable porque una tal relación no existe.
La inexistencia de relación sexual entre los seres hablantes constituye un límite a la ambición de lograr efectos de cognitividad serial, unitaria y normalizada.
Llámase aprendizaje a las operaciones sociales que apuntan a la normalización del Saber. La llamada “formación” es conformación subjetiva en acuerdo a la demanda.
2. Aprender.
El animal aprende mejor que el hombre, porque su desarrollo está enmarcado dentro de los límites de la supervivencia, y es, además, impermeable a la parasitación significante.
Las señales no admiten lectura. La “menteanimal” (así escrito, todo junto) no lee; responde a lo “escrito”. Logra representar el mundo.
La rata es realista por naturaleza. Está libre del estigma del malentendido y la interpretación. En otras palabras, incorpora lo escrito, y lo incorpora por completo.
Su “saber” se construye en acuerdo a la vida dentro de su mundo, y se mantiene dentro de las fronteras de lo estrictamente necesario. No hay excedentes ni faltantes.
Leer para aprender, es, sin más, leer lo que fue escrito para enseñar. En este caso, “leer” es una suerte de respuesta a los estímulos masivos y uniformantes de la enseñanza.
Lo así leído se aloja en la piel. Se convierte en una marca visible de control de calidad social.
Esta lectura coexiste con otras, igualmente epidérmicas. Coexisten sin haberse modificado, y sin modificarse tampoco las unas a las otras.
Permanecen. Son producto de lo que fue “leído sin leer” –demostración de que la alfabetización puede profundizar la ignorancia-.
3.Ocupar, opacar.
Estar alfabetizado no equivale a estar abierto a la lectura.
La alfabetización persigue la normalización de la ignorancia.
La lectura textual es una lectura compatible con la sordera.
No hace otra cosa que extender los límites de la sordera para hacerla inaudible al sujeto.
Este Saber ocupa lugar, y en ello mismo consiste toda su función.
Ocupar para cerrar.
Opacar la ignorancia.
4. Pequeña genealogía de la lectoescritura (unidas, gemelas, nunca una sin la otra).
a) Origen.
“La letra con sangre entra” –esto se ha practicado, y no sólo en el terreno del rito religioso-.
Por lo visto, en la entrada de la letra se agitan cuestiones cuya importancia autoriza el uso de la violencia corporal, siempre antieconómica.
Lo cierto es que la letra entra, a secas, y hasta es sospechosa la facilidad con la que penetra en tanta dura cabeza.
Desde Lacan, puede anotarse que los procesos de centralización y unificación se vinculan al Discurso del Amo. En este caso, -valga como ejemplo de alfabetización postiluminista-, las lenguas nacionales y la consecuente desaparición de dialectos equivalen a la imposición de una lengua, administrativa, para normalizar las diferencias.
La letra es el puente que permite la continuación de la captura del sujeto por otros medios
b) Producción de creyentes en serie.
Educación. Leer para aprender.
Se inicia el camino de la agregación de textos.
Esta sumatoria permanente, interminable, señala la necesidad de mantener unificado el campo del Saber. Se busca, como efecto, la unificación de la lectura.
Una lectura, única, sin variedad de lectores. Ortodoxia.
Así trabaja el axioma fundamental: el Autor, el verdadero, es causa no causada.
El Autor determina.
Tanto determina y maneja su propia obra a voluntad, como crea al lector a imagen y semejanza de lo escrito.
El Autor, entonces, antecede a la lectura. Hay lectura porque así lo demanda la preexistencia de Texto, que adquiere carácter Sagrado.
Leer estos Textos Sagrados es aprenderlos, sólo aprenderlos, y aprenderlos por completo.
Encausar: proceso de producción de creyentes en serie-
c) Expansión.
La sistematización de los efectos de semiosis, monosemia, tiende a la coagulación universal, y aspira a la reunificación que haga cesar la condena babélica.
Ni la universidad ni el discurso científico escapan a este ideal de formular la totalidad de lo existente en una lengua que sea connatural al proyecto, y, porque no existe el esperanto (mejor dicho, existe y es de existencia perfecta, ya que nadie lo habla), no se renuncia a universalizar la lectura.
Universalizar la lectura consiste en la operación de inyectar soportes.
Cemento y acero, en el afán de convertir a todo texto en un producto homogéneo y compatible respecto a todo lo escrito, al precio de amputarle singularidad y diferencia.
La letra entra, está hecha para entrar. Su seductora inmaterialidad ya supone la preexistencia de un huésped que habrá de alojarla.
Cabe preguntar: si la letra entra y sigue entrando, ¿sale, o es indeleble?
A una misma letra se le puede dar diferente lectura –esto lo sabe cualquier sacerdote-.
Una lectura nueva, diferente, y sobre todo una lectura inaudita, son la evidencia de que se produjo salida de letra previamente ingresada.
d) Límites.
El hablante no es primariamente hablante, -sujeto activo-, sino hablado por, pasivamente. No se tiene ninguna facultad de hablar, sino que no se puede dejar de tenerla.
Somos hablados por el lenguaje.
Tampoco es que se lea, sino que no se puede dejar de leer, incluso y sobre todo donde no hay nada escrito.
Linguísticamente, el ser humano, el hablanteser, es creyente. No puede dejar de (su)poner texto. “Todo lo existente es legible” es el dogma que sostiene, aún a costa de su propia vida. Esclavo y sostén del orden simbólico que no existe como orden.
Borges, en “La muerte y la brújula”, lo revela con arte cercano a lo siniestro. El creyente Lonrot muere, atrapado en el “furor legendi”. El otro, Red Scarlach, aceptando el azar, más abierto a lo que Juan José Saer llamó, en su ficción, “…el asedio tenaz de la contingencia…”(Recepción en Baker Street”), se separa del dogma.
Lee sin necesidad de ser. Scarlach es un lector excéntrico.
e) Excentricidad.
Si esta religiosidad textual es de estructura, ¿es posible una lectura despegada del texto? ¿Es posible escuchar más allá de la significación?
Los intentos por conocer lo real equivalen a forzar la alfabetización de lo real. Hacerlo confesar (hacerlo ingresar en alguna confesión, en algún credo), obligarlo a delatar su presencia poniéndole una lapicera en las manos.
La hermenéutica bíblica (cabalística) puede ser concebida de idéntica manera: deseo de capturar la naturaleza de la divinidad a través de una red de signos “verdaderos”, que serán el acceso a lo real. Los signos como causantes directos e inmediatos de lo real.
Hasta hoy, Dios y el azar son analfabetos irrecuperables.
5. Primacía de la lectura.
Somos hablados por el lenguaje.
Es necesario extender el postulado un poco más lejos:
No leemos, sino que somos leídos, y, en consecuencia, la lectura tiene un efecto causador, disrruptivo, no calculable.
Jacobson, transcripto por Barthes, sostiene que “un idioma se define menos por lo que permite decir que por lo que obliga a decir” (Barthes, R.; “El placer del texto”; 1996).
La lectura no educa, no es formativa. La lectura causa.
No admite control de producción.
El significante no obedece a la significación establecida. No hay predeterminación.
La lectura es un influjo no-paradigmático ni completamente determinable en cuanto a la naturaleza de su causación.
Vale decir: no todo está escrito. La Biblioteca Total es incompleta.
Cada lectura es una nueva versión, mínimamente diferente de las anteriores.
Escritura y lectura no son operaciones complementarias, ni hacen pareja. Más bien, sus relaciones testimonian un imposible intercambio equilibrado.
La sola existencia de la lectura como operación independiente es prueba del carácter pasajero de todo lo escrito. Lo escrito, escrito está.
La lectura, siendo que ocurre siempre en presente, cuando aparece y cada vez que aparece encarnada en un lector cualquiera, es la mensajera de la muerte. Leyendo, los textos son enviados al pasado.
El joven Roman Jacobson proyectaba la creación de conciencia mediante mecanismos literarios que volvieran a hacer que el mundo sea extraño.
Leer, entonces, es reinventar lo que fue escrito.
6. Secreción significante, barroquismo.
Gerard Genette ha postulado que una literatura difiere de otra menos por el texto que por la manera de ser leída. Si nos fuera otorgado leer cualquier página actual como se leerá en el año 3000, sabríamos ya cómo será la literatura del año 3000.
La lectura es una interpretación -en la acepción musical del término-, concebida como ejecución de una partitura, que, necesariamente, introduce variaciones, modismos, tonos, pausas, estilos.
Borges creó la ficción como testimonio –impreciso, tardío- del narrador que no sabe del todo lo que cuenta. La ficción queda así separada del que la construye, y depende, en todo caso, de quienes habrán de leerla.
Jacques A. Miller lo expone así: “…Están los amantes del saber expuesto, los eruditos, etc.; y están los que gozan de beber en la fuente con un gusto, el gusto de hacer salir de uno mismo una secreción significante y con una validez epistemológica dudosa, porque cobra valor solamente en el contexto.” (Miller,J.A.,”Conferencias porteñas”, 2010, tomo 3: pag.135-174.)
La lectura no aplana.
Rompe la hegemonía de lo escrito y le inocula diversidad –una diversidad no caótica-.
La lectura es barroca, detallista.
Pliega y repliega las envolturas del vacío.
7. Marcas silenciosas.
El acto de leer produce signos que permanecen, suspendidos, a la espera. Nada dicen: son vacío recuperado.
En Piglia asoma, insinuada, la posibilidad de una pintura por hacerse, cuyo producto será sólo tela blanca del espacio ganado a la proliferación ensordecedora: “…un pianista insomne busca, en la noche, los restos de una música que se ha perdido. Son siempre pasos en la nieve: marcas silenciosas en una superficie blanca: allí se encierra el sonido de los sueños.”(Piglia, R., “Retrato de un artista”, en “Formas Breves”).
Ejecutar y leer producen huellas en la superficie ruidosa del mundo y del papel.
Una tercera dimensión lo habita ahora, y es papel hecho de nieve socavada, perdida.
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