Hacer de un lector un sabedor autorizado, -exactamente lo opuesto a lo que promovió Borges en el aula-, es el trabajo Universitario que aspira a producir, por fin, un discurso que no fuera del ignorante (1). Una fábrica de sostenesdesaber, instalada según el ideal de la plusvalía sin resto.
Así las cosas, el saber siente horror por el vacío, y lo llena con nada, con mucha nada serial.
El vacío no entristece. Por el contrario, crea un horizonte en el que resulta posible perder la mirada.
La Universidad pretende ocultar las fisuras del saber mediante la sumatoria interminable de pensamientos ya pensados (2), cerrados, pasados de cocción.
Lo que nunca debe faltar en el plato: un poco de vacío.
La desuposición del saber como condición de la lectura es la invención de una distancia entre lectura y texto.
Leer no es identificarse.
Hay en la lectura fuerzas que resisten al aprendizaje. Y hacen de la lectura un trabajo que reinventa doctamente la ignorancia(3) que inscribe lo nuevo, cada vez.
Las fisuras no entristecen. Por el contrario, quiebran la densidad de lo irrompible. Son ventanas, y es esa su única función: una invitación a perderse, perderser.
Un poco de desorientación contribuye a disipar la tristeza en el ojo habituado a la norma.
El ojo que se despega del texto al momento de descubrir que es posible leer sin necesidad de ser.
(1) Mauas, Marco. Comunicación personal; AMP; Tel Aviv; julio de 2011.
(2) Lacan, J. “Proposición del 9/10/1967; et al. “Momentos cruciales de la experiencia analítica”; Ed.Manantial; Buenos Aires; 1987.
(3) Lacan, J. “Variantes de la cura tipo”; Escritos I; Ed. Siglo XXI; Buenos Aires.
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Juan Gris, La Ventana Abierta, 1921 |
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Cornelis Van Dalen, El Panadero de Eeklo |
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