“…toda una estereofonía de la carne profunda: la articulación del cuerpo, de la lengua, no la del sentido, la del lenguaje. Un cierto arte de la melodía puede dar idea de esta escritura vocal, pero como la melodía está muerta, tal vez sea en el cine donde pueda encontrársela con mayor facilidad. En efecto, es suficiente que el cine tome de muy cerca el sonido de la palabra (es en suma la definición generalizada del “tono” de la escritura) y haga escuchar en su materialidad, en su sensualidad, la respiración, la aspereza, la pulpa de los labios, toda una presencia del rostro humano (que la voz, que la escritura sean frescas, livianas, lubrificadas, finamente granuladas y vibrantes como el hocico de un animal), para que logre desplazar el significado muy lejos, y meter, por decirlo así, el cuerpo anónimo del actor en mi oreja: allí rechina, chirría, acaricia, raspa, corta: goza. “
Roland Barthès; “Voz”; “El placer del texto”; 1978.
La palabra actuada no se dirige a nadie en particular. Es pronunciada sin intención ni esperanza de ser escuchada. Es inmotivada. No obliga a responder.
Alejada de las tutorías del mensaje y de la civilización masificante, permanece cercana a la materialidad estereofónica de los cuerpos vivos.
Cada espectador es un inadvertido testigo, cuya existencia está supuesta y es, al mismo tiempo, necesaria y casual.
Por un momento, le es otorgada una carta de extranjería, que autoriza a excluírse del circuito de la comunicación.
Dispensado de comprender, paulatinamente se despega de las servidumbres del significado establecido.
Desde esta posición, sostenida del vacío recreado por la suspensión de las referencias y los mapas, cada quien deja caer el utilitarismo cotidiano para entregarse al lujo de lo superfluo, -acaso, a la audición de los sonidos de un lenguaje extraño-.
A veces, si el azar resulta generoso, se acoge con alivio lo que ya se sospechaba: la revelación de que nadie sabe nada del todo, que raramente se habla o se escucha.
El mundo inanimado, la propia vida, la vida ajena en la presencia de algún otro, recobran entonces ese poco de espesura y extrañeza que, tal vez, los haga apetecibles.
Un cuerpo anónimo que habla para nadie, mínimamente desplazado de los intercambios de la cordura diaria, ¿no es esto actuar?
Quedar fragmentado por lo ficcional, perder el nombre, perderse en otros, ¿no es esto ser nadie, - un poco, Ulises, viajero-?
La ejecución de variaciones vocales -ausentes en lo escrito-, forma parte del cuerpo erótico de la literatura.
Con ese cuerpo se lee el sabor fónico de las letras rescatado por Barthés.
El de amante ocasional de cuanto pueda leerse fue la escena montada por Barthes, con minucia de orfebre.
Film: "Persona" de Ingmar Bergman ( fragmento)
https://www.youtube.com/watch?v=rOqmVD8jTnc
Elisabet Vogler (Liv Ullmann) es una conocida actriz teatral que, durante una representación de Electra, se queda sin voz. Ingresada en un hospital, aunque no sufre ningún tipo de enfermedad continúa sin pronunciar sonido alguno. Se traslada junto con Alma (Bibi Andersson), su enfermera, a una idílica casa de verano. (wikipedia)
![]() |
Franz Marc, "Ciervo rojo" |
No hay comentarios:
Publicar un comentario