Tiempo atrás, hubiese desmentido las versiones religiosas que despertó la reciente publicación de un viejo escrito, -“Todos los domingos”, (1989)-.
Lacan postula la primacía del significante.
Borges sostiene que es ingenuo el concepto de literatura comprometida porque nadie sabe del todo lo que ejecuta. El autor es el causado, entonces.
No hay texto, ni hay significado. La lectura disemina, babeliza.
Lo escrito es sin remedio arena.
¿Acaso se es el diccionario autorizado de sí mismo? La sola idea hace reír de buena gana, no tanto por la tontería, inevitable, de pensarse soberano, sino más bien por la pompa que acompaña a la pasión por lo verdadero, tema digno de secretarías de estado, y no del goce, en este caso de las letras.
Por efecto de leer, por ser leído por lo que se lee, cada quien resulta corrompido, atomizado. Afortunadamente se es, un poco, nadie, o cualquiera –nunca del todo-.
Me tomo el atrevimiento de escribir que por momentos soy auténticamente falso.
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Salvador Dali, "Las tres esfinges de bikini", 1947 |
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René Magritte, "Not to be reproduced" |
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