Noemí Pilar Molinero
Profesora de Historia
Mi creación:
Cursos de Historia a través del arte, que abarcan toda la historia de la humanidad, desde los comienzos hasta la actualidad.
Desarrollé,
siguiendo el mismo método, una Historia de los Estados Unidos de
Norteamérica y una Historia de Argentina a través del arte.
Para
conocer mejor mi enfoque me pareció que era pertinente incluir aquí
ciertas reflexiones acerca del tema en general.(colaboración de Héctor
Mauas)
DESPOJAR.
Despojado de su voluntad, quien mira –o escucha, o lee- queda suspendido de las fuerzas con las que el arte lo atraviesa.
Sea en tela, piedra o sonido, la obra se sostiene a sí misma. Nada comunica ni a nadie se dirige.
Nada tiene que decir.
DESATURDIR.
El habla no cesa en los museos.
La voz humana cree ser imprescindible.
Eric
Laurent, psicoanalista, conjeturó que una interpretación bien modulada
produce silencio como a veces lo produce la música de Mozart (la cita
no es textual).
En el mundo global, desagrietado, son
obligatorios la conexión y el mensaje, llevados a un creciente y nunca
alcanzado grado máximo de desarrollo intrusivo.
El deseo se oculta, entonces. Persiste en el anhelo de lugares en donde algún silencio respire sin reinar.
¿Es el aire lejano que intentan preservar las bibliotecas, los museos?
En cambio, no hay silencio global.
No es Uno, equivalente para todos. No es siempre el mismo, ni es intercambiable.
DESALOJAR.
El historiador G. Duby observó que los poemas de amor cortés no reflejan las situaciones ni el
contexto del auditorio medieval.
El arte no es necesariamente reflejo de la realidad, ni es, necesariamente, nada.
En
Gilles Deleuze, el arte está en ruptura con la dimensión humana.
Abandona la representación, y se abre al territorio del devenir
no-humano. Es una práctica del extrañamiento.
Roland
Barthes, en “ Querido Antonioni ”, su carta a Michelangelo Antonioni,
apunta que “….Las tres virtudes que a mis ojos constituyen al artista.
Las nombro ahora mismo: la vigilancia, la sabiduría y, la más
paradójica de todas, la fragilidad…”
Dice: “Hablando
con propiedad, contrariamente al pensador, un artista no evoluciona;
explora, como un instrumento muy sensible, lo nuevo sucesivo que le
presenta su propia historia. Su obra no es un reflejo fijo, sino un
muaré donde penetran, según la inclinación de la mirada y las
tentaciones del tiempo, las figuras de lo social o de lo pasional, y las
figuras de las innovaciones formales, -desde el modo de narración al
uso del color-. El cuidado con el que usted trata la época no es el de
un historiador, un político o un moralista, sino más bien el de un
utopista que procura percibir el mundo nuevo en unos puntos precisos,
porque tiene ganas de ese mundo y ya quiere formar parte de él. La
vigilancia del artista, que es la suya, es una vigilancia amorosa, una
vigilancia del deseo”.
Entrevistado, García Canclini
dice que el arte es un lugar de experimentación y juego con la
incertidumbre, más que una búsqueda de certezas cognitivas.
DESCOMPROMETER.
Jorge Luis Borges, temprana y definitivamente, fisuró el concepto de arte comprometido.
Este
concepto parte del supuesto de que “Autor” es quien puede manejar su
obra a voluntad. Y, por lo tanto, “Autor” es sólo quien cumple con la
tarea de imprimir sentido.
En Borges y en tantos otros, mejor resulta la fórmula inversa. Hay obra, y el llamado autor es el causado.
En
épocas de censura mayor o menormente dictatorial, o sea, en toda
época, se reproducen los intentos de convertirse en amo del habla. Se
imponen modos y modales.
Se grita, se educa, se conduce a través del arte.
Autores que manejan personajes. Abundan.
DESCENTRAR.
La autonomía en el arte, en cada etapa y en todas, de algún modo corresponde a la presencia de modernidad.
Cada
etapa crea su modernidad, una lejanía con el propio presente, en la que
los “artistas” se distancian de los condicionamientos religiosos y
políticos, se ubican por fuera de la “conciencia” de la época, es decir,
fuera de la globalidad también siempre presente, y su deseo, atareado,
no es sino el intento de generar formas parcialmente independientes de
fuerzas exteriores al acto creativo.
Junichiro Tanizaki desarma los dispositivos de acercamiento. Se aleja de la hiperclaridad que multiplica miradas y lugares.
Crea islas de percepción, contralugares para mirar desde la sombra.
“Contrariamente
a los occidentales que se esfuerzan por eliminar radicalmente todo lo
que sea suciedad, los extremo-orientales la conservan valiosamente y tal
cual, para convertirla en un ingrediente de lo bello”.
No se desecha lo que existe. Se lo usa y se lo valora en su cualidad propia.
Es
la invención sombría y callada de una cercanía con el arte que respete
las distancias y los tiempos, dejando que trabajen las fuerzas que nos
constituyen.
DESEDUCAR.
El arte nada enseña, no señala, no evoluciona. No mejora ni empeora.
No es, por fortuna, un acto educativo encadenado a la velocidad de la producción.
Deja aprender. Nos vuelve ignorantes, frescos.
No más luz, sino una sombra descubierta.
El arte florece en las semipenumbras y produce silencio.
DESUJETAR.
En
cada época está presente y funcionando lo que Lacan llamó Discurso del
Amo, que busca la unidad, -sea la unidad nacional, la unidad de la
lengua-, y busca el equilibrio de las fuerzas heterogéneas para imponer
una mirada capturada en la lógica de la masa, donde al imponerse una
identidad se imponen las leyes del mercado.
El sujeto
queda sepultado bajo las insignias con las que se lo nombra, y permanece
capturado, en este aspecto, como mercancía, intercambiable, consumidor
de valores y valor a ser consumido.
Cada época se define por aquello que ve, es decir por aquello que debiendo ser visto se arma como espectáculo.
La mirada social se constituye como ceguera, como mirada conducida por un discurso que la antecede.
Cada
época se define por lo que dice y hace decir, haciendo de cada hablante
un sujeto que cree ser el amo de lo que dice, que cree, sobre todo, en
lo emitido por su propia boca. Una lengua se define por lo que permite
decir. Por lo tanto, aparece el milagro de la autorrealización: cuanto
más se habla, más se libera.
Por el contrario, la
lengua se define por lo que obliga a decir. La lingüística ha
establecido que somos hablados por el lenguaje. No somos amos. No somos.
“
Mirada es algo que se despliega a pinceladas sobre el lienzo, para
hacerlos deponer la vuestra ante la obra del pintor.”(Lacan, en El
Homenaje a Marguerite Duras)
En
el ejercicio de su escritura, algunos literatos se han exilado de su
propia lengua. La lectura queda fracturada y también, en consecuencia,
la identidad del lector.
Desde el lienzo, la mirada
retorna afectada por la fragmentación diseminante. Así, le es devuelta
su capacidad de extrañamiento.
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