El dualismo es un presupuesto esencial para la constitución de la lingüística como ciencia. Desde esta perspectiva dualista, existen dos órdenes de realidades que corren paralelamente. De un lado la lengua como colección de signos, del otro las cosas que son designadas, no pudiendo nada del primero actuar como causa sobre el segundo ni viceversa. De donde se deduce que entre el signo y la cosa significada, la relación es de simple encuentro. Pero al mismo tiempo, es la propia lingüística, más aún, tal dualismo, que si bien puede fundar la autonomía del discurso lingüístico, es insostenible.
Súmeros |
Por una parte, la palabra designa a la cosa pero a la vez se designa a sí misma como cosa. “Buey es un cuadrúpedo” es tan válida frase como “Buey tiene cuatro letras”. Pero el lenguaje es inconcebible sin la presencia de marcas de la enunciación y de la subjetividad que subtiende todo discurso. “Yo”, “tú”, “él” son cosas hechas en el diálogo. El signo es el que es causa del ser significado. El hablar engendra la realidad como una realidad discursiva. El sentido no está dado en el diccionario de la lengua sino en el encadenamiento significante.
Lucas Cranach, Adan y Eva |
En el discurso los significantes no se relacionan unívocamente entre sí obedeciendo simplemente a regulaciones sintácticas sino en función de ciertos efectos de sentido que se producen por la misma combinación y que van más allá de las intenciones del emisor y del receptor que son, ellos, efectos del intercambio.
Como ejemplo: un diálogo entre un mexicano y un argentino. En Argentina “Buey” connota de manera metafórica a la persona laboriosa, y en México al cornudo y estúpido.
Allí se ve como el hablar está claramente marcado por el equívoco.
Texto de referencia. “El lenguaje y el inconciente freudiano”, Nestor Braunstein y otros, Siglo Veintiuno Editores.
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