martes, 16 de febrero de 2016

LOS FAROS (*) (última parte)



Delacroix, lago en sangre donde van malos ángeles,
Sombreado por un bosque de abetos siempre verde,
Donde extrañas charangas bajo un cielo muy triste,
Pasan, com un suspiro ahogado de Weber;

Esas blasfemias, esas maldiciones y quejas,
Esos éxtasis, gritos, llantos, esos Te Deum,
Con un eco que copian miles de laberintos;
¡A corazón mortal opio más que divino!

Un grito es que repiten miles de centinelas,
Una orden transmitida sobre mil ciudadelas,
¡Voces de cazadores perdidos en los bosques!

Porque es Señor, realmente, el mejor testimonio
Que pudiéramos darte de nuestra dignidad
¡este ardiente sollozo que va de siglo en siglo
Y a morir viene al borde de vuestra eternidad!
…………………………………………………
(*) fragmento de poesía de Charles Baudelaire



Delacroix, lac de sang hanté des mauvais anges
Ombragé par un bois de sapins toujours vert
Où sous un ciel chagrin, des fanfares étranges
Passent, comme un soupir étouffé de Weber;

Ces malédictions, ces blasphèmes, ces plaintes
Ces extases, ces cris, ces pleurs, ces Te Deum,
Sont un écho redit par mille labyrinthes
C’est pour les cœurs mortels un divin opium !

C’est un cri répété par mille sentinelles
Un ordre renvoyé par mille porte-voix
C’est un phare allumé sur mille citadelles
Un appel de chasseurs perdus dans les grands bois

Car c’est vraiment , Seigneur, le meilleur témoignage
Que nous puissions donner de notre dignité
Que cet ardent sanglot qui roule d’âge en âge
Et vient mourir au bord de votre éternité !

La muerte de Sardanápalo


Sardanápalo sería una mitologización de Assurbanipal, un rey de Asiria muy cultivado y poco belicoso, o es probable que  Sardanápalo fuera el hermano de Assurbanipal, siendo este último el encargado de gobernar Babilonia. Sardanápalo posteriormente conspirara contra Assurbanipal y, para castigarle, este rey sitiara la ciudad (650 a. C.-648 a. C.). Cuando Sardanápalo intuyó la derrota inminente, decidió suicidarse con todas sus mujeres y sus caballos e incendió su palacio y la ciudad, para evitar que el enemigo se apropiase de sus bienes.

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