viernes, 19 de febrero de 2016

AMOR Y RIDÍCULO


(Entre el hombre y la mujer, nada está escrito)
Jacques- Alain Miller, fragmento de entrevista por Hanna Waar, para la Psychologies Magazine, octubre 2008, n° 278.
Amar verdaderamente a alguien es creer que amándolo, se accederá a una verdad sobre sí mismo. Amamos a aquel o a aquella que esconde la respuesta, o una respuesta a nuestra pregunta: “¿Quién soy yo?”
Amar, decía Lacan es dar lo que no se tiene. Lo que quiere decir: amar es reconocer su falta y darla al otro, ubicarla en el otro. No es dar lo que se posee, bienes, regalos. Es dar algo que no se posee, que va más allá de sí mismo. Para eso, hay que asumir su falta, su “castración”, como decía Freud. Y esto, es esencialmente femenino. Sólo se ama verdaderamente a partir de una posición femenina. Amar feminiza. Por eso el amor es siempre un poco cómico en un hombre. Pero si se deja intimidar por el ridículo, es que en realidad, no está muy seguro de su virilidad.
Un hombre enamorado tiene retornos de orgullo, lo asalta la agresividad contra el objeto de su amor, porque este amor lo pone en una posición de incompletud, de dependencia.Por ello puede desear a mujeres que no ama, para reencontrar la posición viril que él pone en suspenso cuando ama. Freud llama a este principio la “degradación de la vida amorosa” en el hombre: la escisión del amor y del deseo.
En las mujeres es menos habitual(...) hay desdoblamiento del partenaire masculino. De un lado, está el amante que las hace gozar y que desean, pero está también el hombre del amor, que está feminizado, profundamente castrado. Sólo que no es la anatomía la que comanda: hay mujeres que adoptan una posición masculina.(...).
Los estereotipos socioculturales de la feminidad y de la virilidad están en plena mutación. Los hombres son invitados a alojar sus emociones, a amar, a feminizarse. Las mujeres conocen, por el contrario, un cierto “empuje al hombre”: en nombre de la igualdad jurídica, se ven conducidas a repetir “yo también”(...).
Cada uno es conducido a inventar su propio “estilo de vida”, y a asumir su modo de gozar y de amar. Los escenarios tradicionales caen en lento desuso. La presión social para adecuarse a ello no ha desaparecido, pero es baja.(...)
Existe lo que Freud llama Liebsbedingung, la condición de amor, la causa del deseo. Es un rasgo particular –o un conjunto de rasgos– que tiene en cada uno una función determinante en la elección amorosa.Esto (...) es propio de cada uno, tiene que ver con la historia singular e íntima. Rasgos a veces ínfimos están en juego. Freud, por ejemplo, había señalado como causa del deseo en uno de sus pacientes ¡un brillo de luz en la nariz de una mujer!.
(...)
Particularidades nimias, que recuerdan al padre, la madre, el hermano, la hermana, tal personaje de la infancia, juegan también su papel en la elección amorosa de las mujeres.
Pero la forma femenina del amor es más erotómana que fetichista:quieren ser amadas, y el interés, el amor que se les manifiesta, o que suponen en el otro, es a menudo una condición sine qua non para desencadenar su amor, o al menos su consentimiento. El fenómeno está en la base de la conquista masculina.
(...)
Entre tal hombre y tal mujer, nada está escrito por anticipado, no hay brújula, no hay relación preestablecida. Su encuentro no está programado como el del espermatozoide y el del óvulo; nada que ver tampoco con los genes.
Los hombres y las mujeres hablan, viven en un mundo de discurso, es eso lo que es determinante. Las modalidades del amor son ultrasensibles a la cultura ambiente. Cada civilización se distingue por el modo en que estructura su relación entre los sexos.
Ahora, ocurre que en Occidente, en nuestras sociedades, a la vez liberales, mercantiles y jurídicas, lo “múltiple” está en camino de destronar el “Uno“. El modelo ideal de “gran amor para toda la vida”cede poco a poco el terreno ante el speed dating, el speed living y toda una profusión de escenarios amorosos alternativos, sucesivos, incluso simultáneos(...).

Daniel Huntington - Sowing the Word

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