lunes, 25 de enero de 2016

EL PUERTO


“…sede encantadora para un alma fatigada…”(*)

Un puerto es una sede encantadora para un alma fatigada de
las luchas por la vida. La amplitud del cielo, la arquitectura
móvil de las nubes, las coloraciones cambiantes del mar, el
centelleo de los faros, son un prisma maravillosamente
apropiado para entretener los ojos sin cansarlos nunca. Las
formas esbeltas de los navíos, de complicado aparejo, a los
que la marejada imprime oscilaciones armoniosas, sirven para
mantener en el alma el gusto por el ritmo y por la belleza.
Además, sobre todo, hay una suerte de placer misterioso y
aristocrático para quien ya no tiene ni curiosidad ni
ambición, en contemplar, tendido en el mirador o acodado
sobre el muelle, todos esos movimientos de los que parten y
los que vuelven, de los que todavía tienen la fuerza de querer,
el deseo de viajar o enriquecerse.
Charles Baudelaire


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