"...En el siglo XIX se amplió la distancia entre los países occidentales, base de la revolución económica,y el resto. Primero lentamente y luego con creciente rapidez..."
En el último cuarto de fines del siglo XIX, gracias al ferrocarril y a los barcos de vapor, los viajes intercontinentales y transcontinentales se habían reducido a cuestión de semanas en lugar de meses excepto en África, Asia continental y algunas zonas del interior de Sudamérica, y así se conocían todas las regiones del mundo.
El telégrafo eléctrico permitía el intercambio de información por todo el planeta en sólo unas pocas horas y esto facilitó los viajes y la comunicación a grandes distancias.
Al mismo tiempo, era un mundo mucho más densamente poblado. El núcleo más importante de la población mundial estaba formado por asiáticos, el siguiente núcleo formado por los europeos.
Mientras que el mundo se ampliaba demográficamente, se reducía desde el punto de vista geográfico y al mismo tiempo sufría una división. En el decenio de 1870, existían regiones ricas y pobres, un abismo importante separaba a ambas.
En el siglo XIX se amplió la distancia entre los países occidentales, base de la revolución económica y el resto, primero lentamente y luego con creciente rapidez.
La tecnología era una de las causas fundamentales de ese abismo. Era cada vez más evidente que los países más pobres y atrasados podían ser fácilmente derrotados y conquistados, debido a la inferioridad técnica de su armamento.
La revolución industrial, que afectó al arte de la guerra inclinó todavía más la balanza a favor del mundo “avanzado” con la aparición de los explosivos, las ametralladoras y el transporte en barcos de vapor. Así pues, en 1880 no nos encontramos ante un mundo único sino frente a dos sectores distintos: los desarrollados y los atrasados, los dominantes y los dependientes, los ricos y los pobres.
El primero de esos mundos se hallaba unido por la historia y por ser el centro de desarrollo capitalista, el segundo sector del mundo no estaba unido ni por la historia ni por la cultura.
Amplias zonas de “Europa” se hallaban en los límites del núcleo de desarrollo capitalista y de la sociedad burguesa. En Rusia la cuestión era mucho más profunda, estaba plenamente alejada de la sociedad burguesa. Pero desde el punto de vista económico, Rusia formaba parte de “Occidente”.
En el otro extremo de Europa, Portugal era un país reducido, débil y atrasado, una semicolonia inglesa con muy escaso desarrollo económico. Conservaba su imperio africano.
En el decenio de 1880, Europa no solo era el núcleo original del desarrollo capitalista que estaba dominando y transformando el mundo, sino con mucho el componente más importante de la economía mundial y de la sociedad burguesa. El Viejo Continente, a pesar de los millones de personas que de él salieron hacia otros nuevos mundos, creció más rápidamente y atrasó, prácticamente a todo el “segundo mundo” inmerso en su zona de independencia a excepción de Japón. Esa dependencia, la imposibilidad de mantenerse al margen del comercio y la tecnología de Occidente, situó a unas sociedades víctimas de la historia del siglo XIX.
Básicamente, todos esos países estaban a merced de los barcos procedentes del extranjero frente a los cuales se hallaban indefensos y que transformaba su universo.
El mundo “desarrollado” seguía siendo agrícola, salvo en Bélgica, el Reino Unido, Francia, Alemania, los Países Bajos y Suiza.
En 1890, el conjunto de la población se había multiplicado por seis. Tres nuevas ciudades se habían añadido a Londres en la lista de las urbes que sobrepasaban el millón de habitantes (París, Berlín y Viena).
Hacia 1875 sólo había 17 Estados soberanos en Europa (incluyendo las seis “potencias”), el Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia, Austria-Hungría e Italia, 19 en el continente americano (incluyendo una “gran potencia”, los Estados Unidos), cuatro o cinco en Asia (Japón, China y Persia) y tal vez otros tres marginales en África (Marruecos, Etiopía y Liberia). Prácticamente todos esos Estados eran monarquías, la mayor parte de ellas eran monarquías constitucionales.
No obstante, aparte de Suiza, Francia, los Estados Unidos y tal vez Dinamarca, ninguno de los Estados representativos tenía como base el sufragio democrático.
En cuanto a la población del mundo “desarrollado”existía bajo el principio de que las personas eran libres e iguales ante la ley. La servidumbre legal no existía ya en ningún país europeo.
La distinción más notable entre los dos sectores del mundo era cultural en el sentido más amplio de la palabra. En 1880, el mundo “desarrollado” estaba formado por países o regiones en los que la mayoría de la población masculina y la femenina estaban alfabetizados.
La educación a escala masiva había sido asegurada en esta época en los países desarrollados gracias a la extensión de la educación primaria por impulso del Estado.
El progreso era especialmente evidente en la tecnología y el incremento de la producción material y de la comunicación. La maquinaria moderna utilizaba como fuente de energía casi exclusivamente el vapor. El carbón había pasado a ser la fuente más importante de energía industrial. Las nuevas fuentes energéticas, la electricidad y el petróleo, no tenían todavía gran importancia.
La tecnología moderna era innegable claramente visible. Pero, sin duda, alguna, las mayores y más potentes máquinas del siglo XIX eran también las más visibles y audibles locomotoras de ferrocarril. La tradición predominaba aún en el agua, a pesar del cambio de la madera al hierro y de la vela al vapor.
Todo el mundo estaba ansioso de nuevos inventos, cuanto más sensacionales mejor. El progreso era especialmente visible en la capacidad para la producción material y para la comunicación rápida y a gran escala en el mundo “desarrollado”. De todas formas, no se puede negar cierta mejora de la condición de la gran masa de la población en esa zona del mundo. El incremento de la altura de las personas había comenzado probablemente en 1880 en una serie de países, pero no en todas partes. La expectativa de vida aumentó considerablemente con el cambio de siglo, aunque esta tendencia fue afectada por un descenso notable en la mortalidad infantil.
En las zonas “desarrolladas” de Europa ya no se pensaba en el hambre como una contingencia posible. En lo que más tarde se conocería como el “tercer mundo”, el hambre seguía siendo epidémica.
La conquista global de la economía mundial, la marcha hacia delante de una tecnología y una ciencia triunfantes sobre las que se basaba cada vez más era innegable, en consecuencia, inevitable. El progreso político en forma de gobiernos representativos se aceleraría.
Entre los aspectoso negativos que tuvo en Imperialismo europeo en las colonias suelen destacarse los siguientes:
-Las culturas nativas fueron destruidas.
-Las lenguas indígenas fueron desplazadas imponiéndose el idioma del país colonizador.
-se produjo segregación racial, reservándose para los nativos no sólo los empleos inferiores y desplazándose a barrios lejanos.
-se despreciaron sus creencias y tradiciones al imponerse la cultura occidental.
-se prohibió el desarrollo de la industria y se impusieron algunos cultivos industriales que llevaron al monocultivo, siendo negativo para las economías locales, tal es el casi del caucho en Indonesia.
Texto de referencia: Eric Hobsbawm. La era del imperio: 1875-1914.
Obras de Jean-Léon Gérôme
(11 de mayo de 1824 - 10 de enero de 1904); pintor y escultor francés academicista cuyas obras son, por lo general, de tema histórico, mitológico, orientalismo, retratos y otros temas.
Es considerado uno de los pintores más importantes de este período académico. Viajó a Egipto y a Turquía y a las orillas del Danubio.
Expandió su fama al imprimir reproducciones de sus cuadros
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