“Es como si cada época se definiera, ante todo, por lo que ve y hace ver, y por lo que dice y hace decir”. En: El saber: Curso sobre Foucault. Gilles Deleuze, Cactus, Buenos Aires, 2013
martes, 13 de octubre de 2015
LO FEMENINO Y LO MASCULINO. LAS DEIDADES FEMENINAS
“…Palabras y sonidos, ¿no son acaso arcoiris y puentes ilusorios tendidos entre lo eternamente separado?” (F. Nietzsche; Así habló Zaratustra.)
“Seamos más cautelosos que Cartesio, quien quedó atrapado en la trampa de las palabras. Cogito es indudablemente sólo una palabra, pero significa algo múltiple…En aquel famoso cogito están: 1. se piensa, 2. creo que yo soy el que piensa, 3. pero aún suponiendo que este punto quedara en suspenso, como cosa de creencia, aquel primer “piensa” implica una creencia más: que “pensar” sea una actividad para la cual habría que imaginar un sujeto, por lo menos un “se” (es): ¡ y luego el ergo sum no significa nada ¡ Pero es creencia en la gramática que allí se pongan ya “cosas” y sus “actividades”, y estamos muy lejos de la certeza inmediata…”. (F.Nietzsche; Póstumo del año 1885.)
(FISURAS, Infieles II, nota aclaratoria de Héctor Mauas )
Lo femenino y lo masculino no se articulan, como sí lo hace el lenguaje, nos dice Héctor Mauas.
Buscar allí donde no necesariamente habrá alguna articulación posible, sólo genera confusión acerca de hombres-mujeres.
El discurso necesita imponer formas, y prevalece tercamente sobre lo que “no es”.
Pero las articulaciones, propias del discurso y no de otras instancias de la vida, son significantes por estructura y no cubren las hiancias por completo; y acaso el goce femenino ríe de los obstinados “teísmos” masculinos.
Lo femenino fue representado en los albores de la humanidad como Venus esteatopigias .
Luego en las primeras civilizaciones, Sumeria por caso, sociedad rigurosamente organizada que tenía un derecho familiar perfectamente fijado, y que otorgaba al pater familias el extraño poder, entre otros, de vender a sus propios hijos como esclavos, su posición respecto de la mujer era dominante. En la ley estaba previsto que si ella odiaba a su marido y le decía “Tú no eres mi marido”, se la arrojaría al río. En caso de que él dijera “Tú no eres mi esposa”, él debería pagar la mitad de una mina de plata.
Aún así, la mujer tenía derechos, estaba protegida contra la ingratitud de los hijos, cosa que no sorprende en una comunidad entre cuyas divinidades se encontraban tantas veneradas figuras femeninas.
En vida del marido ella podía anular la promesa de matrimonio del hijo. Era una sociedad en la que gozaba de considerable respeto. La que era hábil y apta para las funciones de culto podía adquirir una posición igual al hombre.
De esta época datan los primeros códigos de leyes de la humanidad, siendo el más famoso el de Hammurabi. Esto demuestra cuán compenetrada por las normas jurídicas estaba la vida cotidiana del antiguo Sumer y observamos que es una diosa, Nanshe, quien era garantía de justicia y orden social. Está asociada a la interpretación de sueños; ella enseñó esta habilidad a los sacerdotes babilonios, quienes lo aprendieron después de pasar por una prueba simbólica de muerte y resurrección. Protegía a los huérfanos, a las viudas y a los pobres.
En el antiguo Egipto se reconocía a la mujer como complemento del varón, y eran iguales ante la ley. La mujer gozaba de respeto que quedaba expresado claramente tanto en la teología como en la moral, pero es bastante difícil determinar su grado de aplicación en la vida cotidiana de los egipcios.
La literatura egipcia no vacila en presentar la mujer como frívola, caprichosa y poco fiable.
Si pintores y escultores nos muestran a la mujer con una imagen serena en el entorno de una familia floreciente, los escritores no dudan en hacerla aparecer como el origen de distintas desgracias y la culpable de varios pecados.
Asombra, en este contexto, descubrir a mujeres en la función suprema de faraón. Utilizaban la religión como punto de referencia. Así se justificó el derecho al trono de los faraones: en tanto que eran ungidos de los dioses, tenían derecho divino al trono.
En la civilización egipcia, la “sangre real” era el factor de legitimidad divina, el criterio determinate para el acceso al trono: esa legitimidad la transmitían las mujeres.
En la isla de Creta, la mujer participaba a la par del hombre en las actividades (música y la danza, interpretando instrumentos originales, como la cítara y la flauta, deporte, practicaron sobre todo atletismo y boxeo, y realizaron pruebas de acrobacia).
Aunque su influencia predominaba en el seno del hogar, gozaba del privilegio poco común del ejercicio del sacerdocio. La sociedad tenía características típicamente matriarcales.
En Grecia clásica las representaciones de mujeres no tenían el mismo status que en Creta. Las representaciones son en general de diosas.
¿En qué refleja esto la realidad cotidiana? ¿Qué tienen que ver ellas con las mujeres descriptas?
¿Tiene que ver con la idea acerca de lo femenino?
Estaban asociadas al orígen de las cosas. Pandora es la primera mujer.
Lo femenino es aquí lo múltiple, lo diverso, lo imposible de ser captado por lo universal. Hay admiración por lo femenino, y de alguna manera queda plasmado en el arte.
Estas representaciones míticas escenifican la vida social cotidiana y llevan a las mujeres anónimas a categorías de figuras míticas.
Luego, como siempre, queda todo librado a la imaginación.
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