“Es como si cada época se definiera, ante todo, por lo que ve y hace ver, y por lo que dice y hace decir”. En: El saber: Curso sobre Foucault. Gilles Deleuze, Cactus, Buenos Aires, 2013
jueves, 27 de agosto de 2015
“EL DESEADO” Y SU PUEBLO
“…Todos los días, independientemente del tiempo, después del desayuno y después de haber oído misa, me iba a cazar, e inmediatamente después de comer volvía otra vez, hasta el atardecer. Por la noche Manuel (Godoy) me contaba si los asuntos iban bien o mal, luego me iba a dormir…” (Carlos IV, rey de España en el período entre 14 de diciembre de 1788 hasta el 19 de marzo de 1808).
Fernando, hijo del rey, centraba sus ataques en Godoy, favorito de su padre y madre, la reina María Luisa.
Su intención era desplazarlo del poder y para ello contaba con el apoyo de los franceses.
Para sus seguidores él era la única figura con poder que podría deponer al todopoderoso ministro, por eso lo empezaron a llamar “el Deseado”.
Cuando Napoleón , con la excusa de entrar en Portugal, fue ocupando con sus ejércitos las plazas de Pamplona, San Sebastian, Barcelona, Burgos y Salamanca en 1808, Carlos V no dudó imitar el ejemplo de la corte portuguesa, que había huído a Rio de Janeiro y rápidamente comenzó a negociar con los franceses su huída a nueva España (actual México).
Maria Luisa, la reina, pedía a Murat, jefe de las fuerzas de Napoleón en España y cuñado del mismo, que “obtenga del Emperador que se le dé al rey, ..a mí misma y al príncipe de la paz ( Godoy) lo necesario para vivir los tres juntos…”
Pero nadie confiaba en los franceses, empezando por los mismos gobernantes.
Decidieron salir de Madrid y esperar las noticias en el palacio de Aranjuez, en marzo de 1808.
Pronto corrió el rumor de que el verdadero motivo era seguir camino a Sevilla y allí embarcarse en Cádiz hacia América, dejando al pueblo que se arreglara como pudiera, frente al invasor francés.
El partido fernandino consideró que había llegado su momento y amotinó al Cuerpo de Guardias de Corps, custodia de la familia real, en Aranjuez, arrestando a Godoy, mientras en Madrid la gente saqueaba su casa. Carlos IV, aterrado, abdicó al trono, se puso bajo protección de Murat y Fernando se autoproclamó Fernando VII, rey de España e Indias.
Hubo dos reyes en España, pues bien pronto Carlos IV se arrepintió de su decisión, y así lo comunicó a Napoleón, mientras que Fernando también se acercó al emperador esperando su respaldo para coronarse.
Napoleón, aceptando los regalos enviados por ambos, instruyó a su ministro Murat para que no reconociera a ninguno de los dos reyes.
“Me temo que os equivoquéis acerca de España…no creáis que atacáis una nación desarmada y que no tengáis más que mostrar tropas para someter a España…hay energía en los españoles…un pueblo nuevo…tiene todo el coraje y tendrá todo el entusiasmo…” – escribió Napoleón a Murat, cuando este entró en Madrid si su autorización.
Napoleón supo manejar a ambos monarcas como para urgirlos a un encuentro en Burgos…luego tuvieron que ir hasta Bayona…y así partió la familia entera, quedando en Madrid una Junta Suprema de Gobierno.
Cuando el pueblo español se enteró de la noticia, estalló enardecido intentando una resistencia heroica. Haciendo frente al ejército imperial.
Murat ordenó una brutal represión ensañándose con las mujeres y niños, esto ocurría el 2 de mayo de 1808.
Entretanto los Borbones llegaban al castillo de Marracq en Bayona, en donde Fernando devolvió la corona a su padre, quién a su vez abdicó a favor de Napoleón, a quien llamó “aliado”.
En retribución el emperador les asignó una residencia, en un castillo en Compiegne, a Carlos , Maria Luisa y Godoy, y a Fernando y su hermano los alojó en un palacio del valle del Loire, Valencay.
Vivieron rodeados de sirvientes, abultadas rentas y madame Talleyrand, esposa del ministro de relaciones exteriores francés, estaba personalmente encargada de organizar divertimentos para los “prisioneros”.
Fueron además invitados a la boda de Napoleón con Maria Luisa de Habsburgo en 1810.
Contaron algunos testigos que Fernando quedó ronco gritando “viva el emperador”.
A pesar de que sus seguidores planeaban su fuga para regresar a Madrid, el propio “Deseado” los denunció ante Napoleón y no pocos terminaron frente a pelotones de fusilamiento.
En el trono de España Napoleón puso a su hermano José.
Texto de referencia: Felipe Pigna, "La voz del gran jefe", Editorial Planeta, 2014
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