viernes, 24 de julio de 2015

SIGLO XVII - HOLANDA

La conquista de la intimidad individual

El desarrollo del arte estuvo sostenido por un mercado muy amplio, dirigido a una clase social emergente y emprendedora, la burguesía mercantil, que formó el núcleo inicial del capitalismo moderno.
Este tipo de destinación se advierte en la abundante producción de pinturas de género, naturalezas muertas y paisajes, presente ya en Flandes y aún más vistosa en Holanda, destinada a la burguesía de las ciudades más ricas.
Las obras no se realizan por encargo, no responden a un requerimiento expreso y preciso, a un contacto directo entre artista y comprador, sino que son introducidas en un mercado no muy diferente del actual, gracias a la mediación de los marchantes o a la venta en subastas.
Aparecen las figuras de los galeristas y los anticuarios, cuyo papel, dada la nueva situación, se vuelve indispensable. Una vez más, es necesario remontarse a Tiziano, pues él fue quien sentó las bases para el nacimiento de los intermediarios entre el producto y el adquisidor.

Durante el siglo XVII los galeristas de Flandes y Holanda desempeñan un papel importante para la carrera de algunos pintores.
El papel del galerista es importante porque al ser intérpretes del gusto del público son quienes impulsaron significativas variaciones en las elecciones de los coleccionistas dirigen el desarrollo de escuelas locales enteras y hacen circular importantes obras de arte.

El arte del siglo XVII debe recordarse por los grandes pintores, pero hay que destacar la importancia que tuvo el comercio de la pintura que presenta modalidades absolutamente nuevas respecto del siglo anterior.
En la pintura holandesa la ejecución material, la pincelada y todo el contacto de la mano maestra con el lienzo, adquieren significación tan extraordinaria que el deseo de mantener todo esto en su pureza pone de antemano límites a la división del trabajo.
(en Flandes, en cambio, Rubens debía dar a sus ayudantes la ejecución de sus obras, pues tenía mucho trabajo y no le alcanzaba el tiempo).

Johannes Vermeer (31 de octubre de 1632, Deft, Países Bajos,-15 de diciembre de 1675)

Sus obras son fruto de una técnica paciente y refinada.

Joven leyendo una carta
(1657 oleo sobre lienzo, 83 x 64,5 )

Esta obra es un enlace entre su actividad juvenil y la pintura de su madurez
Esta pintura es como una especie de anticipación de las características más típicas de su arte.
Desde el punto de vista compositivo se consolida el esquema que se vuelve habitual, con la luz que entra por una ventana de la izquierda, la figura inmóvil, situada en el centro del espacio y un primer término con detalles estupendos de naturaleza muerta.
Hay un estudio del alma femenina, realizada por Vermeer con un garbo y pudor absolutos. No sabremos qué palabras hay escritas en la carta, sólo podemos intuir sus sentimientos que afloran apenas en el silencio de la estancia.

Muchacha dormida
(1660, óleo sobre lienzo)

Una naturaleza muerta en primer plano, detalles descriptivos llenos de fascinación, perspectivas arriesgadas, realizadas con férrea perfección. La jarra y la bandeja son de una gran inmediatez pictórica,y al mismo tiempo de una densidad plástica digna de Cézanne.
Todo sirve de marco a la imagen delicada de una muchacha dormida. Quizás un momento de fatiga, quizás un sueño, en cualquier caso una figura de intangible fascinación.

Los siglos XVI y XVII marcan el triunfo de cierto individualismo de costumbres, en la vida diaria. Es la conquista de la intimidad individual.

Jóven leyendo una carta
(1657 oleo sobre lienzo, 83 x 64,5 )

Muchacha dormida
(1660, óleo sobre lienzo)



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