jueves, 23 de julio de 2015

DEL LADO DEL BARROCO: ¿FUERA DEL SURCO?

Nota de Héctor Mauas

“En primer lugar existe un lenguaje ya acabado, del que nos servimos como si fuese una mala herramienta.” (J.Lacan; en “La apertura del seminario”; Seminario1; “Los escritos técnicos de Freud”.)

“Fabián Fajnwaks: Es interesante situar este aspecto de Lacan y su relación con la lengua francesa, pues hay una palabra que retorna a menudo, la palabra “barroco”,que él mismo evoca en el seminario “Aún”. Dice “me ubico más bien del lado del barroco”, como si se definiera a sí mismo por el estilo barroco, mientras que lo que usted dice ahora no es eso en absoluto.
J.-C. Milner: Declarar que usted se ubica de cierto lado sólo tiene interés si usted no pertenece a ese lado. Si Lacan dice que se ubica del lado del barroco, no es para hablar de sí mismo sino para hablar de la lengua francesa. Como ésta, la lengua francesa, ha elegido lo clásico, Lacan anuncia de este modo que la va a fracturar para que se oigan en ella los acentos de la verdad. A imagen de los atenienses, que rompían los silenos para que surgiera de ellos un agalma.”
                                                            Jean-Claude Milner; “Claridad de todo”; 2012.

1) CUESTIONES DE PREEXISTENCIA.
Lacan, de viva voz, en un seminario que estuvo, además, en el principio de su enseñanza, dijo que, en primer lugar, existe un lenguaje ya acabado.
Es propiedad del lenguaje existir como “ya acabado”, es decir, en lo imaginario, como  una unidad independiente de la actividad de los hablantes. Así las cosas, no hay más remedio que servirse de aquello que nos preexiste y nos determina.
Se nace siendo sirviente de las herramientas.
Barthés así lo formuló: “La lengua es fascista. Obliga a hablar”.
Roman Jacobson, más estricto, ceñido a la estructura, sostuvo que “…una lengua no se define tanto por lo que permite decir, sino más bien por lo que obliga a decir”.

Del lenguaje, en el intento de servirnos, de “empuñarlo”, nos servimos “como si fuese una mala herramienta”.
“Como si fuese…”, es decir que lo es y no lo es. Hay nudo aquí: por un lado, sí lo es; ya está agotada lo que fue su utilidad en algún otro momento, y, por otro lado, no lo es: no es mala herramienta, sino que no hay otra -ni mejor ni peor-.
Nunca hay otra que la que hay.
No hay herramienta que no sea “mala”, porque usarla implica pertenecerle, y ser moldeado. Necesariamente, se la usa mal, ya que no hay dominio.

Estos últimos rasgos deben hacer a lo real del lenguaje, puesto que son lugares a los que  siempre se retorna.

No hay otra, además, porque no todo se dice, y porque diciendo, se es dicho.
Ni mala ni buena porque no se maneja a voluntad.
La llamada voluntad no es otra cosa que el esfuerzo empeñado en llenar la hiancia entre sujeto hablante y mundo.
Incluído el propio sujeto, por supuesto.
No hay encaje entre materia y herramienta, ni entre cuerpo y palabra, ni entre palabra y real.
Ni tampoco entre palabra y palabra. Esto en general es olvidado.

2) CUESTIONES DE CLASICISMO.
Lo clásico es lo que ya forma parte del Otro. Nada surge siendo clásico ni siendo ninguna otra cosa; los clásicos se hacen (si se quiere, desde este punto de vista, lo que logra mantenerse como clásico es lo que, habiendo nacido, aún no termina de morir en el olvido). ¿Por qué no decir también que clásico es lo que aún es diferencia, aún hace hablar porque no lo dijo todo, y viceversa?

Las lenguas ya establecidas son todas clásicas por estructura, y por lo tanto son todas malas herramientas. Torpemente, a contrapelo, poco se prestan a decir, y además casi nada dispuestas a lo nuevo.

En consecuencia, no sólo es difícil inscribir lo nuevo, sino que leer en lengua clásica es obligadamente fácil; se desliza por los carriles preestablecidos. Somos cómodamente leídos por lo ya escrito.
“…Clásico es aquel libro que una nación o un grupo de naciones o el largo tiempo han decidido leer como si en sus páginas todo fuera deliberado, fatal, profundo como el cosmos y capaz de interpretaciones sin término. Previsiblemente, esas decisiones varían.” (Borges; “Sobre los clásicos.”).
Con tenue mano incluye Borges a “…el largo tiempo”. Destaca así con su estilo siempre magistralmente insuficiente que el clasicismo nada tiene de impuesta voluntad, ni responde a malicia ni a dominio de nadie, sino que es tan eterno como el lenguaje mismo, -un efecto impersonal-.
Clásico es el surco que la herramienta inevitablemente cava en el hablante, más allá de lo que haya de ubicarse en lo cavado.

3) SILENOS CUESTIONADOS.
Cuando Lacan afirmó que “se pone del lado del barroco”, muchas veces, invariablemente casi, se lo lee como a un clásico: se convierte su trabajo en una decisión soberana de aquel que sabe tanto lo que hace como lo que habrá de resultar de sus acciones.
Tal vez convenga escucharlo más bien en clave conjetural, o musicalmente como ensayo y no como saber ya pentagramado.
En consonancia con lo anterior, su ubicarse “del lado de…” fue una operación experimental, destinada a someterse él mismo al contrapelo, bajo el influjo y los efectos de un campo parcialmente ajeno a la tradición de su lengua materna.
Para volverse extraño a la lengua de origen que necesariamente impondría, igual que a cualquier otro, familiaridad, -es decir sordera-, a su discurso.

Salirse del surco para hacer audibles los matices, romper los silenos.
Matizar, un arte más complejo que hacer chirriar.

Tal vez a esto apuntó Jacques Alain Miller en “Lacan enseña” (2001):
“…Esta transformación es más secreta, puesto que deja intacta la forma de las palabras del diccionario, transformando en extranjera vuestra lengua materna… Lacan enseñó Freud. Enseñó a leer Freud a la letra. Para ello, fue necesario enseñar que no se leía Freud. No se lo leía porque se creía comprenderlo. Se creía comprenderlo porque Freud escribía en la lengua de todo el mundo. Más precisamente, Freud hacía creer que escribía en la lengua de todo el mundo. Lo hacía creer porque él mismo lo creía.”
Allí donde se comprende, no se lee. Se cree leer, y, más bien, se es llevado por el encadenamiento de la frase, donde la fluidez de la significación se desliza amablemente.
“Freud lo hacía creer porque él mismo lo creía”. Así lo creemos todos, cualquiera de nosotros. Es de estructura, esta creencia.

Exilarse, entonces, ser un extraño sobre todo en la propia tierra.
Una escritura puesta “del lado del barroco”, excéntrica, obliga a una “lectura contranatura”, y ejercita en el arte detallista de la parsimonia.
(Piazzola no hizo tango. Por el contrario, se deshizo del tango; que a su hacer lo haya llamado “música de Buenos Aires”, es secundario. Forzó instrumentos y oídos ya sordos además; los puso a “hablar” una lengua ajena -guitarra eléctrica, por ejemplo, o bandoneón tocado “de parado”-. Recuperó así parte del núcleo silente de una ciudad vacía. ¿Se nos permitirá sugerir que su música bordea el silencio sin interrumpirlo?).

Salirse del surco como invención pasajera de un algo que ocupe el lugar de lo éxtimo –lo interior que nunca deja de ser exterior-, sobre todo allí donde más sólidamente creemos en nuestro dominio soberano.

4) ¿CUESTIÓN DE DESEO?
“No nos debemos a una sola tradición. Podemos aspirar a todas.” (Borges)

Ponerse de un “otro lado”, en este caso del barroco: el imposible deseo de apartarse de creer que hablar es manejar y saber lo que se dice.
https://www.youtube.com/watch?v=FDwahjiQ_5g
Tema: "Años de soledad", Piazzolla y Mulligan( vivo en Italia,1974)

https://www.youtube.com/watch?v=Ya--_G0nC5k&index=19&list=RDUzHASUwY3zI
Tema: "Oblivion", Piazzolla

https://www.youtube.com/watch?v=vFsGqFP1G2Y
Tema: "Soledad", Piazzolla





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