domingo, 19 de julio de 2015

JOYCE, BORGES. RIVERRUN. NO SE LEE DOS VECES DEL MISMO LIBRO

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                                                                                                        Nota de Héctor Mauas.
1) DESATAR EL DETALLE.

Fragmento del libro “La puissance du détail”, de Jean-Claude Milner.
« Pour bien voir un tableau et y prendre plaisir, il faut parfois se rendre attentif à un détail. Il en va de même pour les textes philosophiques. Une phrase, un mot manquant, une fracture du sens, et l’intelligence s’arrête, intriguée. Alors commence un travail de dépliage, d’où naît un texte nouveau.
Pour ceux qui aiment lire, un plaisir leur est alors promis : le plaisir de comprendre. Mais aujourd’hui, ce plaisir s’accompagne d’un devoir. Dans un univers que hantent les bouleversements de l’économie et les travestissements de la politique, ce qu’on ne comprend pas peut conduire à la servitude. On ne saurait s’y résigner, spécialement quand il s’agit de philosophes.
Platon, Kafka, Marx, Nietzsche, Lévi-Strauss, Primo Levi et Benny Lévy, Lacan, Foucault, Lénine, tous m’ont convoqué, un jour ou l’autre, au devoir de comprendre. Pour mon plaisir, j’ai donné à mes dépliages la forme de l’enquête. Amateur de fictions policières, j’en ai retrouvé le style. Mais à la fin, il ne s’agit pas de nommer un coupable. Il s’agit plutôt d’empêcher, détail par détail, la perpétuation d’un préjugé. Par ce moyen, la peinture, la philosophie et la politique s’entrecroisent et concourent à la liberté de penser. »
“…Alors commence un travail de dépliage, d’où naît un texte nouveau.”

Del fragmento citado, hace un tiempo comentamos que:
“El despliegue desenvuelve, desata los detalles sepultados bajo el dominio del sentido.
Se desatan, también, el pensamiento, los ojos, que quiebran la gestalt, se singularizan, y concurren a atravesar lo que yace disciplinado bajo el nombre de Saber.
Se desarma el conjunto de partida –el Ser, la identidad-, y adviene la contingencia: el detalle, el rasgo, serán lo que nace, barrocamente vacío, indeterminado aún en cada quien.”(Héctor Mauas, nota anterior).


2) UNA PALABRA APENAS, UN SEMITONO.

La traducción no es un mapa; no es una proyección que establece identidad de significación punto a punto entre dos lenguas. No hay ecuación entre las lalenguas. Si la hubiese, el saber  formulado como ciencia linguística, tributario de lo Uno, necesariamente sepultaría las pequeñas diferencias.
Una fórmula es un puro enunciado. Es letra  expurgada de sujeto y cualidades. A nadie se dirige. Saber sin sabor –aquí no hay sustancia gozante-.

Una traducción no puede ser formulada.
Por eso mismo, traducir implica siempre una traición al Saber.

La traducción es un arte no enciclopedista del detalle.
Del párrafo transcripto de Milner, ¿cómo decir en nuestra lengua (de “nuestra” nada tiene, a nadie pertenece), por ejemplo, “…j´ai donné a mes dépliages la forme de l´enquete.”?
¿“He dado a mis despliegues la forma de la encuesta”?
¿”He dado a mis despliegues la forma de la investigación”?

El concepto de “encuesta” pertenece a la cuantificación estadística. Se busca así que lo dicho quede reducido a la lengua única del número.
Tratándose de sabores, la sumatoria no hace ley.

La idea de “investigación”, en cambio, ya sugiere el placer implicado en la resolución de un enigma.
Inmediatamente después aparece el “aficionado a las ficciones policiales” (“…Amateur de fictions policieres…”).
Así las cosas, tal vez sea conveniente introducir algún vocablo ajeno al contexto académico que tan fácilmente tiende a coagular con universales de discurso.

La gran novela policial de Juan José Saer se titula “La pesquisa”. Alambicada, parasitada, está escrita con un lenguaje zigzagueante. No abandona nunca la narración sino que, por el contrario, se interna en la neblina del fraseo. Hace de la extensión una intensidad ondulante, -oceánica y simultáneamente limitada-.
El arte de Saer disemina la propia materia con la que trabaja: la sospecha. Es la novela de la sospecha hecha vigilia incluso en el soñar, montada sobre detalles mínimos que impiden la certeza.

En consonancia con ello, puede ensayarse, por ejemplo, lo que sigue: “He dado a mis despliegues la forma de la pesquisa. Aficionado a las ficciones policiales…”.


3) LA PESQUISA TRAICIONA.

La pesquisa no es lineal. No sigue los circuitos diurnos y legales de la investigación, ni busca establecer una verdad universal ni método válido para cualquier experimentador. La pesquisa va y viene, revisa los desechos, hurga. Tiene hábitos de animal kafkiano; roe, cava, atesora en la cueva.

Sobre todo, la pesquisa, siempre negra, no busca corregir. No busca condenar. No se reabsorbe en el mundo de los códigos.
Es huérfana; barrada debiera ser su escritura. No hay padre.

De esta orfandad se sirve Milner en su lectura.
No hay culpables, ni errores a enderezar. Ni mucho menos un mapa de bastardías, desvíos del Original.
Su tarea se sostiene sutilmente de los márgenes. Extrae, desde allí, un gusto tenazmente extraño a los sistemas, sin pertenencia ni fidelidad.

La pesquisa siempre traiciona al ideal.
¿Qué otra cosa testimonian las hogueras en las que ardieron y arderán,-cuerpos o papel- los separados de las ortodoxias?

4) RIVERRUN DESOCULTA LA SINONIMIEDAD.

La sospecha de Saer impide la certeza. Pero no es cualquier certeza la impedida, sino una y sólo una: la certeza oculta, insospechada.
Milner traza los rasgos del sitio donde moran los prejuicios: lo que en cada quien permanece escrito, sagrado, -un cauce seco-.

La lengua encadena una tras otra las palabras. Toda lengua es un desfiladero donde se ubican los diques del ser.
Aquí, Joyce es el deshielo de Heidegger: fisura los diques y fluye el sonido de lo escrito, “riverrun”.

Fluye, se licúa el prejuicio de la semejanza.
No existe sinonimia.
 
Acerca de Mardrus -uno de los traductores de Las Mil y una Noches- Borges escribe  que “…Celebrar la fidelidad de Mardrus es omitir el alma de Mardrus, es no aludir siquiera a Mardrus. Su infidelidad, su infidelidad creadora y feliz, es lo que nos debe importar” (Borges, “Los traductores de las 1001 Noches”).
Borges construye una ética inconsistente de la lectura: una lectura no sometida a la letra.
Vale decir, una lectura que opera no ya sobre los clásicos, sino sobre el propio clasicismo estructural de la lengua en herencia recibida. El Otro barrado, cada vez de un modo diferente con la singularidad de un estilo que deja su marca: literatura.

Traducir es inevitablemente entregarse a la infidelidad; la traducción hace visible que leer un texto fatalmente produce otro texto.
Hacer de un algo otra cosa, diferente de lo que es, tornarlo inconsistente. ¿No es esto amarlo?

Ryohei Hase, "Lobos" (detalle)



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