viernes, 5 de junio de 2015

DURACIÓN DE LO ETERNO

Nota de Héctor Mauas

PAX AETERNA.
El objeto bautizado artístico ingresa al régimen de la Obra. Allí, ubicado en la vitrina, es parte de una serie que el discurso social historiza, explica. Allí, también, es reabsorbido; se recicla y se reproduce.
El soporte material, el objeto, ha desaparecido bajo la Obra y no es más que resto. Periódicamente se lo restaura para mitigar los efectos del curso del tiempo.
Así las cosas, se mantiene la ilusión de que se mira, se escucha, o se lee, lo que ha logrado ser una pura eternidad inmaterial, -como los nombres tallados en las lápidas-.
FLUXA BELLUM.
En algunos casos, fracasa la pacificación discursiva: hay trazos de óleo, huellas incompletas del pincel, mármol que persiste en su ser mineral, sonido inubicable, palabra que permanece sonando y no se apaga en el curso de la frase.
La materia no ha desaparecido. La obra, entonces, es resto; no hace más que dar testimonio de que es aún posible fracasar en la captura.
Acerca de la pintura, la escultura y la música –aunque bien puede agregarse la escritura- Deleuze y Guattari dicen que “…la única ley de la creación es que el compuesto se sostenga por sí mismo.” (“Qué es la filosofía”; 1991).
“Compuesto”, lo llaman. Nada tiene de unificado ni equilibrado.
¿A qué fuerzas debe resistir el compuesto, ya que se postula que la única ley es que debe sostenerse por sí mismo? ¿Resiste a fuerzas exteriores, -desgaste, tiempo-? ¿O son fuerzas íntimas y parte viva del compuesto?
“LA PIEDRA QUIERE SER ETERNAMENTE PIEDRA Y EL TIGRE UN TIGRE.” (Borges).
Casi todos los artistas se encontraron con la tentación de destruir su trabajo, y no pocos lo hicieron.
Lo que ha sobrevivido a esa tentación, se sostiene, aún, a pesar de esa fuerza siempre presente que desea reducirlo todo a polvo y escombros.
Es deseo. Nada tiene de edificante ni de esperanza futura.
Cada estilo es resistir al Ser, y, gozarlo cada quien, es detenerse en el instante anterior a que un acto humano reunifique la realidad que inevitablemente se reconstruye tanto en la mirada como en el sentido que se instaura en el acto de escuchar o de leer.
DESTIEMPO.
Más adelante Deleuze y Guattari agregan que “…Lo que por derecho se conserva no es el material, que sólo constituye la condición de hecho, sino, mientras se cumpla esta condición (mientras el lienzo, el color o la piedra no se deshagan en polvo), lo que conserva en sí es el percepto o el afecto. Aun cuando el material sólo durara unos segundos, daría a la sensación el poder de existir y de conservarse en sí en la eternidad que coexiste con esta breve duración. Mientras el material dure, la sensación goza de una eternidad durante esos mismos instantes.” (idem).
El compuesto se sostiene entre el último instante de lo que fue su montaje y el primero de lo que será su estallido.
El trabajo artístico no consiste, como se cree, en la invención de un objeto eterno.
Por el contrario, e incluso a pesar de su propia “voluntad”, la fuerza del arte opera como el conjuro inverso: hace de su materia prima un objeto “mortalizado”, que, en lo que fue y será polvo eterno, deja a la vista las grietas de lo vivo.
Tampoco es un “constructo”.
No es un ladrillo, no sirve de apoyo. No se eslabona ni educa. Es destiempo, improductivo.
Es una obra de precisa demolición.


F.Scott Hess

F.Scott Hess

Rodin, Orfeo y Eurídice

Johan Sergel

Bernini, "El rapto de Proserpina"

Roberto Ferri

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