jueves, 7 de mayo de 2015

PARA UNA GEOGRAFÍA FANTÁSTICA.

Nota de Héctor Mauas
1) “…Alguna vez escribí en un prólogo Venecia de cristal y crepúsculo. Crepúsculo y Venecia para mí son dos palabras casi sinónimas, pero nuestro crepúsculo ha perdido luz y teme la noche y el de Venecia es un crepúsculo delicado y eterno, sin antes ni después.”; (Jorge Luis Borges; “Atlas”; 1984).
En el texto citado y como parte de una previa enumeración que sugiere el infinito, Borges observa que Venecia es un punto de encuentro entre Oriente y Occidente.
Allí, con una entonación que fue, entre otras muchas, una de las marcas de su estilo, simulando imprecisión y vaguedad semiocultas tras la sobreabundancia de detalles impertinentes, Borges dicta las memorias de la vasta geografía fantástica postulada en el curso de su obra.
Venecia es entonces un lugar de existencia mítica, plural, hecho de versiones, en adelante destinado a servir como fuente de matices. Un puerto.
Los puertos no tienen identidad ni genealogía inmóviles.
Venecia no pertenece a Italia, ni Buenos Aires a la Argentina, ni Marsella a Francia, ni New York a los Estados Unidos. No son tierra firme; tampoco parte del mar.
La bruma y los sonidos de partida, los destiempos, los ecos de los pasos escuchados en la noche, son afines a los puertos. Lo escrito se pierde, y la memoria. Se olvida y se es olvidado.
Delicadamente no hay antes ni después en Venecia, ni días, ni noches.
2) “- En eso tiene usted razón. Nosotros somos mediterráneos. Yo nunca he estado en Grecia ni en Italia, pero estoy seguro de que allí me sentiría como en casa apenas hubiera desembarcado-.
También él se sentiría en casa, pensé. New Orleans se parece más a Génova o a Marsella, o a Beirut, a a la Alejandría egipcia que a New York, aunque todos los puertos de mar se parecen entre sí más de lo que puedan parecerse a ninguna ciudad del interior.
New Orleans, como La Habana o Puerto Príncipe, está dentro del ámbito del mundo helenístico que nunca rozó el Atlántico norte. El Mediterráneo, el Caribe y el Golfo de México forman un mar homogéneo, aunque interrumpido.” (A. J. Liebling; “The earl of Louisiana”, citado en el comienzo de “La conjura de los necios” de John Kennedy Toole).
“…El mar, el vasto mar, consuela nuestras penas.”; (Ch. Baudelaire; “Moesta et errabunda”).
“…Meciendo su infinito sobre lo finito del mar” ; (Ch.Baudelaire; “El viaje”).
No es descabellado suponer que la geografía fantástica no es otra cosa que inventarle vastedad y finitud al hastío del ser, al insomne hastío.
¿Acaso no son los puertos la promesa de que aún hay un mar donde perderse? No lo son los libros, la luz del alba, el amor, tantas cosas?
Anderson, " New York City"
Frederick Childe Hassam, "Horse drawn cabs at evening New York"
Joseph Mallord William Turner, "El gran canal de Venecia"
Joseph Mallord William Turner, "Venecia, Santa Maria de la Salud"
Joseph Mallord William Turner, "Venecia , tormenta en verano"
Canaletto, "El Gran Canal y la Iglesia de la Salud"
Konstantin Korovin, "Barcos en el puerto de Marsella"






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