jueves, 28 de mayo de 2015

ELOGIO DEL EXTRAVIO

Nota de Héctor Mauas.
Roland Barthès, durante la clase dictada en el Collège de France el 6 de mayo de 1978, dijo que:
“… es la imagen lo que la comunidad quiere salvar siempre (cualquiera que sea), porque la imagen es su alimento vital, y esto cada vez más: sobredesarrollada, la sociedad moderna ya no se nutre de creencias (como en el pasado), sino de imágenes.
El escándalo Sollers deriva de que ataca la Imagen, parece querer impedir de antemano la formación y estabilización de toda Imagen; rechaza la última imagen posible: la “de- quien-ensaya-direcciones-diferentes-antes-de-encontrar-su via-definitiva” (mito noble de la marcha, de la iniciación: “Después de muchos extravíos, mis ojos se han abierto”): se vuelve, como suele decirse, indefinible” (las comillas son nuestras para destacar; H.M.).
1) La “vía definitiva” existe desde hace mucho tiempo. Funciona a modo de paraíso: es lo que deberá encontrarse como camino final. Por lo tanto, todo lo que anteceda a este momento, todo lo anterior a esta Revelación, será ensayo, deriva ciega, puro acto extraviado en su realización.
En el entretiempo, se trabaja.
En el entretiempo, no se vive. Se ensaya apenas.
En el entretiempo, se espera.
Se espera la llegada del Libro de los Libros, del Concierto de los Conciertos, la pura contemplación, estática, eterna.
En el paraíso, está todo hecho y los trabajos han llegado a su fin.
En el paraíso, no hay derivas, nadie se pierde. No hay errores, azares ni desencuentros, ni nada que corregir.
Mito noble de La Marcha: “Después de muchos extravíos, mis ojos se han abierto.”
Mis ojos ya no buscan, ahora descansan.
Ya encontré el camino definitivo. “Después de muchos extravíos, mis ojos se han cerrado”.
2) En el infierno, en cambio, no hay obra definitiva, ni encuentro, camino ni salvación.
Se ensaya para ensayar; se sigue ensayando.
Nada perdura. Los libros, los cuerpos, los sabores y los sinsabores, cumplen el ciclo de lo que pobremente se improvisa, que se sostiene sólo mientras dura el goce empeñado en el hacer. Mueren tanto lo hecho como los hacedores, y no habrá resurrección.
Nada permanece, en el infierno. El ensayo no tiene la dignidad del Ser.
3) El ensayo corrompe la sustancia con la que ocupa su tiempo perdido. Insalvablemente, la modifica. Ya se trate de textos, partituras, o de su puesta en acto, reenvía la noble materia a una totalidad siempre inacabada.
No hay dos ensayos iguales. El ensayo, cada ensayo, es una imitación por la que no se obtiene una copia sino una variación –una mascarada, hecha de retazos-.
No hay sino extraviarse, en el infierno.
Después de muchos extravíos recorridos, hechos y contrahechos con los ojos abiertos, sólo cabe decir que se cierran, mueren esos mismos ojos, para ya no abrirse más.
Después de haber estado abiertos, extraviados, vivos.



Edgar Degas, "Ensayo sobre ballet en escenario"

Edgar Degas, "Ballet durante un ensayo"

Roberto Ferri, sin título

Rembrandt, An Old Man in Military (detalle)

Ivan Aivgazovsky, "La creación del mundo"





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