martes, 30 de mayo de 2017

MOMENTO VERDADERO

Claude Monet "Estación Lázaro"

La intención de los impresionistas fue reproducir las cosas como las percibían en el primer momento, el único momento verdadero, cuando la inteligencia aún no había intervenido para explicarnos lo que las cosas eran y cuando todavía no se había sustituído la impresión, producto de las nociones que se poseían acerca de ellas.
Manet afirmaba: “ sólo hay una cosa verdadera, plasmar al primer golpe lo que se ve…”
El movimiento impresionista ocurrió en un ambiente de inseguridad y presagios de disolución para la sociedad burguesa, en la Francia de fines del siglo XIX.
Paul Cezanne "Olimpia moderna"

Habían ocurrido los sucesos de la Commune, que terminaran para los rebeldes con una derrota completa más que ninguna de las revoluciones anteriores.
Pero había sido la primera sostenida por un movimiento obrero internacional y seguida por una victoria para la burguesía, asociada con un sentimiento de peligro grave.
A pesar de los enormes adelantos técnicos que habían tenido lugar y continuaban ocurriendo, había un sentimiento de pesimismo imperante, un sentimiento de crisis que estaba en el aire.
En la actividad técnica se podían ver signos de esta atmósfera de crisis en la velocidad furiosa del desarrollo y lo forzado de los cambios.
Cambiaron en modo acelerado las modas, y también el criterio del gusto estético.
Apareció una manía de innovación y una lucha sin descanso por lo nuevo, por el simple gusto de la novedad.
Claude Monet "Jardin á Saint Adresse"

Un fenómeno ligado a esto fue el tránsito de los centros de cultura a las grandes ciudades en sentido moderno. Éstas constituyeron el terreno en el que el nuevo arte tuvo sus raíces.
El impresionismo fue un arte ciudadano por excelencia, y lo fue porque descubrió la ciudad como paisaje y devolvió la pintura desde el campo a la ciudad, además de ver el mundo con ojos de ciudadano, y reaccionar ante las impresiones exteriores con los nervios excitados del hombre técnico moderno.
El ritmo nervioso, las impresiones súbitas, agudas y siempre efímeras de la vida ciudadana fueron reflejadas en este nuevo estilo.
La imagen medieval estática del mundo había desaparecido.
Ahora era el predominio del momento por sobre la duración y la persistencia.
Había aparecido un sentido heracliteano del mundo. Todo era devenir, ocurrir.
Era la dinamización de la visión.
La gran ciudad con su hacinamiento y su revuelta mezcolanza de gente había suscitado este arte íntimo, arraigado en el sentimiento de la originalidad individual y de la soledad.
No hay nada que provoque una impresión de soledad tan grande como la estrecha reunión de muchísimos hombres, la gran multitud de gente extraña.
Pasar inadvertido allí es posible y sólo allí, donde por otro lado, ocurre la impresión del tráfico furioso y del movimiento incesante y las constantes vicisitudes.
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