domingo, 13 de marzo de 2016

LA PESTE QUE NO CESA


Nota de Héctor Mauas, a casi treinta años de la muerte de Borges
(Grabación de una lectura del texto)

Tal como él mismo lo postuló con serenidad conveniente a su madurez, la inconsistencia de un orden universal nos permite aspirar a todas las tradiciones, pero a ninguno de nosotros de un mismo modo. Cualquier hablante, en el acto irrevocable de su habla, recrea la corriente del río impuro de las lenguas que Heráclito vislumbró.
¿Qué otra cosa hizo Borges, su oído irrepetible, sino recoger restos, en las calles, de voces y páginas lejanas, desechadas por el canon de academias y juristas?
De las vitrinas de lo que ya no existe hizo bibliotecas proliferantes, infames. Las contaminó con la bruma de su escritura perfecta.
Como el Ulises de Homero y el de Joyce, se dejó arrastrar por los vientos de su tiempo, que fueron, como siempre fueron tiempo y vientos, fatigados. Les inventó una antigüedad alquímica para tornarlos materia ajena, navegable.
Se inscribió, así, en una tradición que no lo preexistió: otorgó una vida diferente, la imposible vida de ser otro, a sus propios precursores. Como lo hiciera con su mano en el Sahara, con apenas mover un puñado de arena modificó el enorme desierto de lo Uno.
Furtivo y gris en la penumbra última, sin nostalgia ni esperanza, no se ha ido, aún, un lobo.
Mientras persista, es un lobo. Unico entre otros, sajón, último, su goce, oculto, es el goce de un lobo que es un lobo.
Es uno, es un extraño, como lo son los hombres, que rastrean, gratamente, las huellas de lo que nunca existió y nunca deja de volver en los sonidos de una lejana lengua.
“Un lobo”
Furtivo y gris en la penumbra última,
va dejando sus rastros en la margen
de este río sin nombre que ha saciado
la sed de su garganta y cuyas aguas
no repiten estrellas. Esta noche,
el lobo es una sombra que está sola
y que busca a la hembra y siente frío.
Es el último lobo de Inglaterra.
Odín y Thor lo saben. En su alta
casa de piedra un rey ha decidido
acabar con los lobos. Ya forjado
ha sido el fuerte hierro de tu muerte.
Lobo sajón, has engendrado en vano.
No basta ser cruel. Eres el último.
Mil años pasarán y un hombre viejo
te soñará en América. De nada
puede servirte ese futuro sueño.
Hoy te cercan los hombres que siguieron
por la selva los rastros que dejaste,
furtivo y gris en la penumbra última.
Jorge Luis Borges

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