viernes, 26 de septiembre de 2014

Esferas de la intimidad: Edad Moderna ( siglos XVI a XVIII) (y sobre la igualdad, la individualidad y el manejo del poder)


Fragonard - La Lectora


Nuevas modalidades de relación con la escritura construyen las esferas de la intimidad entre los siglos XVI y XVIII.
Estas prácticas son leer en voz alta, para los demás o uno mismo, durante el trabajo o el tiempo libre. Todo esto no deja de presuponer la existencia de lectura en silencio y en intimidad.

Las condiciones en que se hace posible este tipo de lectura permiten que el individuo lea sin tener que expresarlo en voz alta o baja (en biblioteca, o habitación con otros presentes).

Leer en silencio para sí, es suficiente para crear un área de intimidad que separa al lector del mundo exterior. Puede estar solo, no importa dónde, con su libro y sus pensamientos.

Ya en el siglo XV la lectura silenciosa, se había vuelto manera corriente de leer. Había sido en principio práctica exclusiva de los copistas de los scriptoria monásticos. Luego a partir del siglo XII formó parte de los hábitos universitarios, hasta llegar al siglo XIV en que formó parte de las costumbres en las aristocracias laicas.
Leían no sólo la Biblia, o textos de conocimientos – dependiera el lugar- sino también textos heréticos, ideas críticas, libros eróticos. Y lo hacían antes de acostarse, tras la cena, en el desayuno, en dónde un criado estaba encargado, muchas veces, de leerles, y aquí se unen lo privado y lo individual.

En las sociedades occidentales, para saber quienes podian suscribir sus nombres y quienes no, se entra gradualmente, a partir de registros,en las firmas de los documentos, parroquiales o notariales, fiscales o judiciales.

Está claro que no todos los que firmaban escribían y tampoco sabían leer. Hubo épocas de mayor y menor alfabetización dependiendo de coyunturas económicas, guerras y un sinfín de otros factores. Y es esta fragilidad respecto del progreso lineal y continuo de la lecto-escritura lo que diferencia a la Edad Moderna del siglo XIX en que apareció la escolarización general, de manera irreversible.

Hay diferencias entre mujeres y varones. Ella saben leer, pero no escribir, en la mayoría de los casos. Muchas, además, saben firmar. Gran preocupación de sus tutores fue que supieran escribir y sobre todo a sus enamorados.
Saber leer es la condición obligatoria para que aparezcan las prácticas nuevas, constituvas de la intimidad individual. Esta relación personal con el texto libra de antiguas mediaciones. Sustrae de los controles del grupo, permite que uno se encierre en sí mismo.

Aparecen modificaciones de las relaciones con la divinidad ( la Biblia se lee a solas), con los demás y con los poderes ( sirve para la construcción del Estado Moderno que apoya en la escritura una nueva manera de expresar la justicia y de reglamentar la sociedad).

El saber leer ha de ser de uso general pero el escribir no, pertenece a una minoría selecta.
Hay triple rechazo a la escritura pues es la que lleva las decisiones de la justicia, la que fija las dependencias económicas de los más pobres y porque tiene una fuerza mágica y maléfica (los libros de brujería). El manejo de la escritura queda caracterizado como la imposición de una autoridad que somete el débil al fuerte mediante la ley o la magia. Y también como el signo del rechazo a la igualdad comunitaria. La cultura escrita es vista por los elementos populares de la sociedad como el instrumento de dominación que desgarra el tejido de la comunidad.

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